Culturas

Truman: el presidente que odiaba a España en público, pero negociaba con Franco en secreto

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Imagen del presidente de Estados Unidos, Truman, a la izquierda, con Franco – ABC

Tras la Segunda Guerra Mundial y hasta mediados de la década de 1950, el mandatario estadounidense declaró ante la prensa en numerosas ocasiones que «no le gustaba el régimen español», mientras tendía puentes con la dictadura en privado

Recién inaugurada la segunda mitad del siglo XX se produjo entre España y Estados Unidos un incidente diplomático que, al contrario de lo que pueda parecer, para nada representaba la verdadera relación entre ambos países. Según informaba el diario «Pueblo» el 7 de febrero de 1952, el presidente Harry S. Truman había declarado públicamente en la Casa Blanca que él «nunca había sentido mucha simpatía hacia España». Jamás, decía de puertas para afuera, mientras restablecía las relaciones diplomáticas con el régimen de Franco y negociaba en secreto con la dictadura para implantar sus bases militares en la Península.

La brecha entre ambos países se había abierto unos años antes. Las potencias Aliadas no le perdonaban a Franco el apoyó que había recibido de Alemania en la Guerra Civil, ni su acercamiento al Tercer Reich al inicio de la Segunda Guerra Mundial. No importaba que el dictador le hubiera negado su ayuda a Hitler en aquel famoso encuentro en Hendaya sobre el que el líder nazi dijo: «Antes que volver a pasar por eso, prefiero que me saquen tres o cuatro muelas».

España se declaró neutral en el gran conflicto y Estados Unidos reconoció al régimen franquista en 1939, pero al mismo tiempo se opuso a su admisión en la ONU. Este punto quedó claro en el comunicado posterior a la Conferencia de Potsdam, en 1945, en el que Truman –recién elegido presidente–, Churchill y Stalin declararon: «Nuestros tres Gobiernos creen que es su deber señalar que no darán, en lo que les concierne, su apoyo a una solicitud de admisión que sea presentada por el actual Gobierno español, el cual, habiendo sido establecido con el apoyo de las potencias del Eje, no posee, en razón de sus orígenes, de su naturaleza, de sus antecedentes y de su estrecha asociación con los Estados agresores, los títulos necesarios para justificar su entrada».

Voto contra Franco

Esta posición fue la misma que adoptaron en la Conferencia de las Naciones Unidas de San Francisco, cuando el Gobierno de Truman votó igualmente contra Franco y ordenó a su embajador en España, Carlton Hayes, que abandonará Madrid. En la capital dejó tan solo, con las relaciones diplomáticas supuestamente rotas, a un encargado de negocios que se ocuparía de los asuntos consulares. Sin embargo, en diciembre de 1947, el agregado militar español en Washington remitía un telegrama cifrado al Gobierno franquista en el que daba cuenta de una actitud contraria a todos esos vetos públicos y oficiales.

Este mensaje llegó tras las conversaciones mantenidas por altos jefes del Ejército estadounidense con dicho agregado sobre la «necesidad de mejorar radical y urgentemente relaciones con España». La «secretísima» respuesta del departamento de Estado americano, transcrita con sus propias palabras por el agregado militar español y publicada hace un año por «El País», decía: «Las relaciones con España en todos sus aspectos se normalizarán con toda rapidez, sin ruido ni comunicado a la prensa. Mi informante entiende que sería conveniente que nosotros [España] sigamos una política semejante de discreción en las manifestaciones exteriores durante el proceso de cambio».

Si tenemos en cuenta que Estados Unidos había roto sus relaciones con España poco antes, no es de extrañar que la Casa Blanca quisiera que estas conversaciones no trascendieran a la opinión pública. De hecho, el agregado español señalaba en 1950 que no le «extrañaba nada esta actitud del señor Truman, que puede considerarse como la natural continuación de la comedia que viene representando desde el primer momento». Por eso Franco había autorizado que los militares norteamericanos enviados a Europa y sus familias pudiesen entrar en España sin pasaporte. Y por eso también Truman concedió poco después, en 1951, los primeros créditos al régimen por valor de cientos de millones de dólares, a través de los cuales solicitó (sin éxito) el control de los puertos de Mahón, Cartagena, Cádiz, Ferrol y Santander.

«Truman nunca miró con buenos ojos a España»

Las polémicas declaraciones públicas de Truman en 1952, en medio de su acercamiento en secreto, resultaron un tanto confusas y desataron un incidente diplomático entre ambos países. Franco no podía permitir que Truman mostrara aquel desprecio y antipatía por su régimen de puertas para afuera mientras en privado tendía puentes. No era consecuente ni coherente, y la tensión que se generó estuvo a punto de echar por tierra los importantes «Pactos económico-militares con Estados Unidos» de 1953.

[ Consulta la edición de ABC el día que se firmaron los pactos]

«Es cosa sabida, en general, que Mr. Truman no ha mirado nunca con buenos ojos, ni mucho menos, a España», contaba la prensa estadounidense. Y es que no era la primera vez que lo manifestaba. El presidente criticaba en primer lugar la falta de libertad de expresión de España, aunque en secreto la CIA apoyaba a dictaduras tan violentas y sangrientas como la de Jorge Ubico en Guatemala o Francois Duvalier en Haití, entre otras. Pero lo que realmente le molestaba de Franco es que, en su régimen católico, los protestantes no gozaban de libertad para profesar su fe. No hay que olvidar que Estados Unidos es un país donde los miembros de esa Iglesia constituyen el mayor grupo religioso.

Las declaraciones del presidente de Estados Unidos en 1952 causaron sorpresa en la prensa a ambos lados del Atlántico. Calificaron sus palabras de «inconsecuentes», «desconsideradas» y «bastante extrañas». Como escribía el corresponsal en Washington de Scripps-Howard, un conglomerado de periódicos importantes de allí, «las palabras del presidente son desconsideradas si se tiene en cuenta que Truman acaba de conceder al régimen franquista 100 millones de dólares en forma de ayuda por vía de la Agencia de Seguridad Mutua. Y que ha autorizado un préstamo de 62,5 millones de dólares por el Banco de Exportación e Importación. Y, aparte, proyectamos concederle otros 150 millones de dólares de los fondos de la Agencia de Seguridad Mutua». A esto añadía: «No parece que sus declaraciones vaya a constituir una gran ayuda en los esfuerzos que Estados Unidos realiza en sus negociaciones con España», añadía.

«Libertad religiosa»

Truman no podía reprimir su animadversión hacia el franquismo, que confirmaba su embajador en España, Stanton Griffis, al día siguiente: «Las declaraciones estaban basadas en la intolerable demora del Gobierno español en llevar a efecto la libertad religiosa en su país». La prensa de España defendía que la inversión económica de Estados Unidos era, por supuesto, necesaria y deseable, pero que la consideraba «intolerable si la inversión pretendiera ser política» y escondía el «intento de injerencia en los asuntos internos del régimen, lo cual implicaba un retroceso en las normas del derecho internacional», explicaba por su parte ABC, el 12 de febrero de 1952.

La embajada de España en Washington entregó una «nota de queja» por las palabras de Truman. Los periódicos españoles se sumaban a las críticas. «Jamás el jefe de una nación se ha expresado de manera semejante a la empleada anteayer por el actual presidente de los Estados Unidos», podía leerse en el diario «Arriba». ABC recordaba que en otra ocasión, también ante la prensa, «Truman ya había manifestado que no le gustaba el régimen español». Y traducía después las palabras del mandatario de manera parecida: «Truman se ha expresado en términos inconvenientes acerca de unas declaraciones del general Eisenhower sobre España. El presidente ha confesado que nunca ha sentido mucha inclinación hacia nosotros. El camino de la impertinencia nos llevaría muy lejos si incidiéramos en la misma torpeza diplomática, pero nosotros nos limitamos a registrar el traumatismo y subrayar su incongruencia».

Este diario se preguntaba también: «¿Qué podemos pensar de esas alegres afirmaciones políticas lanzadas ante los periodistas de la Casa Blanca?». Una cuestión muy pertinente si tenemos en cuenta que, como indicaba, «ya se habían reanudado las relaciones diplomáticas con España». A este reflexión se sumaba también la agencia United Press: «Tal actitud no le ha impedido restablecer relaciones plenas con Franco, nombrar a dos embajadores y autorizar la utilización de 162 millones de dólares para España». Mientras que un nuevo editorial de los periódicos de Scripps-Howard añadía con asombro: «Ha hecho tal declaración en el momento en que Estados Unidos negocia para obtener bases marítimas y aéreas en dicho país. El presidente sigue, por lo tanto, siendo inconsecuente y falto de consideración. ¿Es esta la clase de política exterior que merece la aprobación de los dos partidos?».

«The New York Times»

Las críticas al presidente de Estados Unidos por sus comentarios sobre el régimen español le llegaron también del «New York Times»: «El presidente Truman no repudia la posibilidad de un acuerdo, pero después de haberle oído anoche, la opinión unánime es que sus palabras no van a facilitar mucho la tarea del nuevo embajador ni la de la misión económico-militar». «Sin embargo – rememoraba ABC al respecto– no es la primera vez que el presidente fustiga verbalmente a España, un país que no conoce, para luego desdecirse con hechos. Poco después de aprobado el crédito de 162 millones dio a entender que pasaría mucho tiempo antes de que se aplicase. Y pocos días antes de nombrar a Griffis como embajador de Madrid, afirmó rotundamente que también pasaría mucho tiempo antes de que se decidiera a dar un paso de esa naturaleza».

Aquel incidente no fue, finalmente, suficiente para detener unas negociaciones que beneficiaban a ambos países: a Estados Unidos por los intereses geoestratégicos y a España por la cuantiosa ayuda económica que necesitaba para superar definitivamente las consecuencias de la Guerra Civil. Los «Pactos económico-militares con Estados Unidos» se firmaron el 26 de septiembre de 1956 con tres acuerdos: el Convenio Defensivo (permiso para crear bases militares estadounidenses «bajo mando y soberanía españolas»), el Convenio sobre Ayuda Económica (ampliándose diez años más la ayuda que ya recibía desde 1951, el 60% de la cual debía sufragar los gastos de Estados Unidos en España) y el Convenio Relativo a la Ayuda para la Mutua Defensa (con obligaciones para ambas naciones).

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