Culturas

Tras la tempestad llega la calma a Lisboa

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Fachada del MAAT, el nuevo museo inaugurado coincidiendo con la apertura de la Trienal
ARQUITECTURA

Pese a las flaquezas de esta edición, la actual Trienal de Lisboa ha de verse como un ejercicio comprometido y responsable con la disciplina. La perseverancia de José Mateus, su presidente, es garantía de que encontrará su lugar

La cuarta edición de la Trienal de Arquitectura de Lisboa, que tiene lugar bajo el lema «The Form of Form», se prolongará hasta el 11 de diciembre. Es difícil entender esta entrega si no se la reconoce como un giro radical respecto a la de 2013, dirigida por la británica Beatrice Galilee, y que recibió fuertes y merecidas críticas por ser en sí misma evidencia de la crisis que afecta al pensamiento sobre y dentro de la arquitectura.

La edición de hace tres años quiso ser una reacción revisionista que buscaba demoler las viejas estructuras imperantes, potenciando esto hasta el sinsentido y el ridículo. Más allá de la pantomima, no se producía crítica ni puesta en crisis alguna sobre la involución causada por los años de la burbuja. Ante tal descalabro, José Mateus, presidente de la Trienal desde su creación, ha decidido dar un claro golpe de timón y situar esta entrega en el polo opuesto. No obstante, pese a esa necesaria autocrítica, el problema es que se ha saltado del «happening» lúdico a una concepción expositiva demasiado museística y rígidamente conservadora. Es como si los comisarios, André Tavarés y el prematuramente fallecido Diogo Seixas López, se hubieran apoyado en la solidez de su cultura arquitectónica. Un rigor y seriedad absolutamente necesarios. Sin embargo, cuesta vislumbrar cuál es el fin de su propuesta.

Una coartada

Podría dar la impresión de que esas patentes buenas intenciones e ilustrado conocimiento acaban siendo sólo una coartada para no acometer una crítica contundente y comprometida. La colección de reclamos académicos que esta Trienal despliega desvirtúan su cometido, más aún tratándose de un evento de relativa juventud, que se imbuye de conceptos muchas veces inconexos, restándole valor y poniéndola a la cola de otros mucho más consolidados como la Bienal de Venecia.

Tal vez el problema sea el haber planteado como punto de partida una dicotomía algo simplista para definir el ámbito de la arquitectura contemporánea: «La crisis económica que ha devorado Europa ha sido crucial para separar a los arquitectos en dos trayectorias radicales: el frecuentemente criticado y menospreciado formalismo de los arquitectos-estrella y las acciones activistas y en apariencia socialmente responsables de una arquitectura centrada en lo informal».

Esta Trienal está en el polo opuesto de la precedente, muy criticada. Pero cuesta vislumbrar cuál es el fin de su propuesta

Explica Tavares que esta Trienal aspiraba a trascender la tendencia que marca los debates arquitectónicos y llamarla «A Portuguese Utopian Rest» –inspirándose en el relato de William Morris, «News from Nowhere (or an Epoch of Rest)»–, pretendiendo que fuese un encuentro en el que la fuerte cultura arquitectónica local se reuniera con sus homólogos de todo el mundo. Posiblemente ese título habría sido mejor para sustentar el concepto de esta edición, a la que le tocaba poner en crisis el sistema desde dentro. Se desperdicia la oportunidad por una actitud timorata.

Si Galilee lanzó como consigna la «boutade» de que 2013 surgía con la intención de hacer que las exposiciones dejaran de celebrar a «arquitectos viejos, blancos, ricos y de éxito», en esta edición se palpa la sensación contraria: la de que se quiere volver a reconstruir el orden que ya existía. A arquitectos de mediana edad, aplastados bajo el peso de una generación precedente demasiado exitosa, se les hace imposible poner de manifiesto rebeldía, hablar con claridad de sus problemas. Pareciera que los directores están usando la cortapisa de abordar muchos temas, eludiendo tratar el fundamental: adónde vamos.

Conceptos frágiles

Es relevante la inclusión en el programa la apertura del MAAT (Museu de Arte Arquitetura e Tecnologia), el cual integra la antigua estructura de la Central de Energía del Tajo y un nuevo edificio diseñado por Amanda Levete. Este evento lleva a la reflexión sobre la voluntad de atemporalidad de esta edición, cuando el nuevo museo está dejando a la vista problemas urgentes que afectan a Lisboa. Apostar por la construcción de un gesto icónico, efectista, un tardo-Guggenheim, quizá no sea la mejor opción para minimizar las consecuencias de la sobreexplotación turística que sufre la urbe.

La Trienal consta de cuatro exposiciones principales: «The Form of Form» (una interesante reconstrucción a tamaño real de espacios arquitectónicos emblemáticos que van enlazándose, generando un recorrido abstracto mediante el que enfatizar el significado de la forma en el diseño arquitectónico en el pasado, el presente y el futuro)- «Building Site» (una muestra en la Fundación Calouste Gulbenkian en la que la reflexión se traduce en acumulación de datos)- «The World in your Eyes» y «Sines: Seaside Logistics»- y siete muestras satélite. De entre estas últimas, «Letters to the Mayor», al retomar el juego pseudo-activista de la anterior edición, es en la que se delata la fragilidad del concepto integral de la Trienal.

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