El profesor universitario volverá a liderar el grupo mayoritario de la Cámara gallega en el tercer mandato de Feijóo y evita cábalas sobre el Ejecutivo que se nombrará el próximo domingo
El grupo popular trabajaba a ritmo frenético el viernes después de la junta de portavoces en Parlamento, porque el plazo para presentar iniciativas en el primer pleno ordinario expiraba en cuestión de horas. Pedro Puy (Granada, 1962) trabaja en paralelo en la puesta en marcha del equipo que volverá a encabezar en O Hórreo y la preparación de su intervención del jueves en el debate de investidura, pero saca unos minutos para atender a ABC en una mañana marcada por el juramento de los ministros de Mariano Rajoy.
—¿-Esperaba que no nombrase a ningún gallego?
—Yo esperaba que hiciese el Gobierno que considerase oportuno para afrontar los proyectos que tiene en mente en un contexto tan complejo como el actual. Por lo que parece por el perfil de los elegidos, será un Ejecutivo dialogante, también con Galicia.
—No habiendo salida de conselleiros hacia Madrid, ¿-cabe esperar una Xunta continuista?
—Eso es una cuestión que corresponde al presidente, igual que lo de Mariano Rajoy. Lo importante es que el Gobierno trabaje de modo solidario, y eso ha sido una característica de estos años, que contrasta con otros que hubo en la Xunta en otras épocas.
—Después de una remodelación profunda a finales de 2015, quizá no se produzcan ahora grandes cambios.
—Es evidente que cuando hay un respaldo electoral tan amplio a unas listas en las que estaba todo el Gobierno, eso también tiene un valor político. Dicho esto, debemos ser respetuosos con las competencias de cada figura, y la formación de su Ejecutivo corresponde estrictamente al presidente.
—Su nombre siempre ha estado en quinielas para ocupar alguna consellería, pero se queda aquí en el Parlamento. ¿-Lo pidió?
—Me siento muy satisfecho con la labor que estoy desarrollando. No tanto con mi evaluación, que quizá lo podríamos hacer mejor, sino porque cuento con el apoyo de mis compañeros, me siento útil y, por tanto, no considero otra dedicación. Tampoco lo pedí, simplemente es el resultado de la opinión de las personas del grupo y la propuesta del presidente.
—¿-Espera encontrarse una oposición tan crispada como en la anterior legislatura?
—No lo sé, porque eso depende de ellos. Sí estoy seguro de que haremos lo que hemos hecho siempre, que es no responder en el caso de que haya intentos de crispar o convertir un debate parlamentario que debe ser sosegado en una plataforma para llamar la atención. No nos pondremos a un nivel que contribuye a degradar a la propia sociedad gallega. El principio de representación implica que cuando se le falta al respeto a un diputado o cualquier representante, se le falta también a los votantes que los eligieron.
—¿-Cree que los problemas internos de PSdeG y Marea llevarán al BNG a liderar la oposición en este primer tramo de legislatura, pese a tener solo 6 diputados?
—Creo que va a ser difícil ver un liderazgo único en la oposición. Cuando uno analiza sus propuestas, se da cuenta de que es complicado que se unan para proponer una alternativa. Se pueden poner de acuerdo en ir a la contra, pero no en un proyecto coordinado para Galicia.
—Pero una organización tensionada no ayuda a que se visibilice el trabajo parlamentario.
—El resultado electoral avala que hay una estructura y liderazgos en el PPdeG que funcionan bien. Hay proyecto, que es ayudar a sacar a Galicia de una de las peores crisis de su historia y afrontar retos como integrarse en mercados internacionales, la demografía o la recuperación del empleo de calidad. Estas cuestiones requieren unidad y trabajar todos en la misma dirección.
—Le pido un pronóstico. ¿-Habrá grupo mixto?
—Eso no se puede predecir, pero tengo la impresión de que si eso sucede no será porque un diputado del grupo popular lo deje.
—¿-Cómo ha visto desde fuera la polémica por el chófer de Luís Villares?
—Es un debate interno de un partido en creación. Sí es cierto que socialmente llama la atención el hecho de que hasta que uno no llega a los sitios, no sabe qué implica el trabajo parlamentario e institucional. Este puesto tiene unos privilegios, pero también tiene costes, y eso entra en contradicción con la demagogia utilizada en algunas ocasiones.
—¿-Está siendo el populismo víctima de los estándares morales que ellos pusieron a los rivales?
—Es evidente que cuando uno pone listones muy altos y luego no puede saltarlos, incurre en contradicciones. Es algo que le puede ocurrir a cualquiera que no tenga cierta humildad con respecto a estos temas. Este es un problema casi de desconfianza hacia las personas, porque hay quien piensa que la honradez está asociada a la ideología, y yo creo que está asociada a los principios. Esto también se aprende con el tiempo, y los que hacen campaña diciendo que todos los malos están del otro lado y los buenos en el suyo se acabarán dando cuenta de que no es así. De hecho, si uno se fija en los casos de corrupción abiertos, se suele corresponder en proporción al número de gobiernos que tiene cada partido.
—En su última entrevista con ABC dijo que esperaba que el populismo no triunfase después de la crisis económica.
—Creo que los últimos acontecimientos están dando esperanzas. A mí me preocupaba especialmente la enmienda a la totalidad de nuestro sistema, porque el ataque ni siquiera era a un partido, sino al conjunto. Con todo, en España estamos viendo que lejos de crecer, empiezan a perder apoyo, entre otras cuestiones porque no hay nada como tener responsabilidades de gobierno o parlamentarias para darse cuenta de que no son la solución a los problemas.
—¿-La gestión los está desenmascarando?
—Lo que hace es confrontar con la realidad a las personas que creen que con su simple llegada al Gobierno todo cambia. A veces se piensa que los representantes públicos son unos bichos raros que no quieren mejorar la realidad, y cuando uno tiene oportunidad de mejorarla ve que no es tan fácil. La esencia del populismo son las soluciones sencillas a problemas complejos, y está demostrado que la línea adecuada es la que aplicamos nosotros, que es el reformismo.
—Cambiemos de tercio. Es sabido que usted no gusta de los temas orgánicos, pero ¿-ve necesario que el partido se prepare para la sucesión de Alberto Núñez Feijóo?
—El partido debe prepararse para gobernar Galicia, enfrentar los grandes problemas que tenemos delante y aprovechar las oportunidades. Además, estamos permanentemente preparados para la sucesión porque tenemos mecanismos para abordarla. Creo que este debate es más mediático que real, porque yo lo que percibo en el grupo, en el Gobierno y el partido es interés por ponernos a funcionar.
—¿-Usted preferiría un congreso abierto o un sustituto señalado?
—Los últimos congresos celebrados por el PP fueron un ejemplo, porque permiten presentarse a quien quiera y los militantes deciden quién lidera el proyecto. Esto garantiza que la persona elegida cuente con el respaldo de la militancia. La mejor manera es la que aplicamos en Galicia en 2006.
—También en esto se le ha colocado en quinielas…
—No, no, no (interrumpe y sonríe). Insisto en que es un tema que no está planteado ni a nivel político ni a nivel personal, pero yo lo único que tengo entre manos es preparar la investidura y que el grupo funcione.