Los fantasmas de la contemporaneidad quedan reunidos en la colectiva «Ghosts», en la galería Max Estrella
De niños nos asustaban con historias de fantasmas. Muertos vivientes, resucitados, aparecidos o «ensabanados» asediaban nuestra imaginación infantil. Con esos fantasmas familiares se construyen luego películas infantiles o series de dibujos animados, como «Casper». Y estos fantasmas ya no nos asustan.
Hay, sin embargo, otro tipo de fantasma, que parece que todavía nos aterra. Desde que Jacques Derrida se ocupara del carácter espectral del marxismo y del fantasma del comunismo que, según rezaba la primera frase del «Manifiesto Comunista», asolaba Europa, parece que los de la cultura contemporánea se hubiesen transformado, vestidos con el «hijab», con el «niqab» o con el «burka», en el nuevo fantasma: el del islamismo.
Reunión de miedos
Kathleen Forde, la comisaria de esta exposición, ha querido jugar deliberadamente con estos dos tipos de fantasmas, construyendo un relato sobre lo espectral en la cultura contemporánea, para el que ha contado con la participación de artistas de la talla internacional de un Bill Viola o de la célebre cantante y compositora musical Laurie Anderson. Es ella precisamente la que, en una minúscula vídeo-proyección sobre dos esculturas de arcilla, nos cuenta una pequeña historia en la que estos dos tipos de miedos se reúnen. Así nos habla del día en el que unos buitres se lanzaron en picado contra su perro, despertando en este el temor al descubrir un nuevo espacio de peligro que hasta entonces desconocía: el aire. Esta historia es comparada por la artista con el estado de conciencia de sus vecinos neoyorquinos después del 11-S, cuando la población se dio cuenta de que el peligro podía también venir del cielo. El miedo es, a su vez, un fantasma que nos acecha y, como dice la artista, una «puerta que una vez se atraviesa, no se puede volver atrás».
Parece que los fantasmas de la cultura contemporánea se hubieran transformado en un nuevo espectro: el del islamismo
No sabemos si desde entonces el miedo se ha instalado en nuestros corazones. Pero no parece que sea la intención de esta exposición la de asustarnos. Por el contrario, algunos de los fantasmas que aquí se nos presentan parecen más bien culturales. La pequeña proyección realizada por Eugenio Ampudia sobre una cortina de humo de la figura chamánica de Joseph Beuys nos inspira más ternura que terror. Y las fantásticas transformaciones de habitaciones en cámaras obscuras, realizadas por el artista cubano Abelardo Morell, provocan nuestra admiración más que nuestro miedo.
Tal vez la cultura televisiva y cinematográfica del siglo XX nos acostumbró con demasiada frecuencia a las imágenes de lo espectral, y no resulta fácil competir con ellas desde el mundo mismo de la imagen. Quizás por ello deliberadamente la comisaria de esta cita ha decidido, como en las pequeñas fotos de Susan Hiller, utilizar el formato reducido, porque, sin duda, no se trata tanto de asustarnos como de hacernos meditar acerca de la presencia de lo fantasmal en nuestras vidas.