Culturas

Paco Ureña estrena la puerta grande Iván Fandiño en Guadalajara

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Paco Ureña alza su mirada en recuerdo del torero que ahora lleva el nombre de la puerta grande alcarreña – Efe
Toros

Bautista y El Cid cortan una oreja en la primera corrida de la Feria de la Antigua

El diestro Paco Ureña, con dos orejas, ha abierto la primera puerta grande de la Feria de Guadalajara, en una tarde en la que el francés Juan Bautista y Manuel Jesús, el Cid, han obtenido un trofeo cada uno.

Toros de Monte la Ermita, de muy desiguales hechuras, caras y remates, y de poco juego en conjunto. Al noble y enclasado primero le faltaron fuerzas- con genio, el manso segundo- frenado y sin humillar el tercero- sin clase el cuarto- sin acabar de «romper», el desrrazado quinto- y descompuesto el sexto.

Juan Bautista, de violeta y plata: estocada baja (silencio)- y gran estocada en la suerte de recibir (oreja).

Manuel Jesús, el Cid, de sangre de toro y azabache: casi entera tendida y atravesada, y descabello (ovación)- y pinchazo y estocada corta atravesada (oreja).

Paco Ureña, de verde manzana y oro: pinchazo y estocada arriba (oreja)- y estocada fulminante (oreja).

Al finalizar el paseíllo se guardó un minuto de silencio en recuerdo de Iván Fandiño.

La plaza ha registrado algo más de media entrada en tarde agradable.

Todo recordaba a él: la añoranza por Fandiño era evidente. Inevitable. Demostrado quedaba con la placa que lo inmortaliza junto a la Puerta Grande de Las Cruces, bautizada también con su nombre y que durante estos días alberga también una exposición fotográfica en su honor. Homenajes póstumos al héroe caído hace ahora tres meses en suelo francés.

Va a ser muy rara esta feria sin Fandiño, ídolo para sus paisanos adoptivos. Le querían con locura. Y él a ellos. Por eso, la de Guadalajara siempre será su feria. El minuto de silencio en su memoria antes de romper el paseíllo fue también tan respetuoso como sentido.

Nostalgias aparte, la tarde de hoy, primera de feria, no funcionó a nivel ganadero. Pero así y todo emergió un torero, Paco Ureña, que, contra viento y marea, se impuso a tantas complicaciones para abrir la primera puerta grande de la feria.

Unas mecidas verónicas y un quite por chicuelinas con el compás abierto, abrochadas con una larga afarolada, fueron su carta de presentación frente al primero, un toro que se desplazaba con el freno de mano echado, sin rematar los viajes y con la cara natural.

El mérito del murciano fue, precisamente, alargar las embestidas con notable suficiencia por el derecho, por donde surgieron muletazos de buena firma. Al natural anduvo todavía más asentado, muy puro, muy de verdad. Labor de serenidad, aplomo y sin alharacas. Oreja de ley.

El sexto tenía mucho que torear, un toro incierto, que nunca iba metido en los engaños, muy descompuesto y sin regalar una sola embestida franca. Ureña lo fue haciendo poco a poco a base de temple y mucho mimo y así logró extraerle todo lo que tenía dentro. Perfecta la colocación y extraordinaria la actitud del lorquino. Buena estocada y otra oreja más para él.

Bautista sorteó un primer toro con calidad pero condicionado por escasez de fortaleza. El francés lo fue afianzando a base de suavidad, pero sin poder apretarle lo suficiente en una labor de poco calado en los tendidos.

Al cuarto le faltó clase, y Bautista, muy variado con el capote, anduvo tesonero y con oficio a lo largo de una labor medida, de fogonazos aislados, pero a la que le faltó unidad y, sobre todo, continuidad. La gran estocada en la suerte de recibir fue crucial para la concesión del trofeo.

El primero del Cid no andaba tampoco sobrado de fuerzas, toro mansurrón y distraído en los primeros tercios e incómodo para la muleta, soltando mucho la cara, con genio y sin entregarse jamás en las telas de un Cid que hizo un tremendo esfuerzo con él. Faltó contundencia con los aceros.

Al quinto, de cansinas embestidas, le faltó raza y transmisión. El Cid volvió a poner toda la carne en el asador y, aunque abusó un un tanto de ese toreo periférico tan en uso ahora, consiguió robarle algunos naturales sueltos marca de la casa. Pero la gente quería fiesta, de ahí que el pinchazo previo a la estocada final no fuera impedimento para la orejita que acabó paseando.

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