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Mariano de la Viña abandona el hospital 40 días después de su terrible cornada: «¿Me ha cogido un toro?»

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Mariano de la Viña (en el centro con muletas), acompañado por el doctor Val-Carreres y Michel Eguizabal – ABC

«No recuerdo nada ni he querido verlo», dice el banderillero, que sufrió en la Feria del Pilar de Zaragoza el percance más grave de la temporada

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El banderillero Mariano de la Viña abandonó ayer la clínica Quirón de Zaragoza, donde ha pasado los últimos cuarenta días. Cuarenta días de zozobra, de la vida pendiente de un hilo, de incertidumbre, de ilusión también. «¿Me cogió ayer un toro?», preguntó a su mujer en la UCI, y la respuesta le desconcertó: «Hace seis días». Había pasado lo peor, los médicos aconsejaron dejar la sedación que lo tuvo como en sueño. «No recuerdo nada, me han contado lo que pasó, pero no he querido verlo», comentó el torero arropado por el doctor Carlos Val-Carreres.

«Don Carlos es como mi padre», dijo sin dudas De la Viña. Ycontinuó: «Ha estado a mi lado las veinticuatro horas durante todo este tiempo, y no solo por su excelencia médica, me ha acompañado, hemos hablado de muchas cosas, y siempre ha estado ahí». El subalterno corneado brutalmente el 13 de octubre en la plaza de Zaragoza lanzó, con la voz entrecortada, un rosario de agradecimientos. A los médicos en primer lugar, pero enseguida a los miles de mensajes de apoyo recibidos, a los compañeros y a la afición. Aquí los ojos se le nublaron, pero no quiso dejar pasar la ocasión para recordar «algo que no paro de sentir en lo más hondo de mí: no puedo olvidar ni un momento los muchos aficionados que se postraron ante la enfermería de la Misericordia para donar su sangre para salvarme».

Tanto el doctor Val-Carreres, como el gerente de la Quirón, Michel Eguizabal, destacaron el carácter disciplinado del herido, su poder de superación. «Me ilusiona pensar en volver a torear», aseguró De la Viña, pero con la cautela de que «los tiempos han de marcar los acontecimientos». Y en este sentido fue el médico quien destacó «la gran fuerza moral que veo en el torero» y sentenció: «No diría que no vaya a ser así próximamente», aunque haya que traducirlo por «meses».

La terrible cornada quedaba como en una nebulosa. La verdad de un torero lleno de vida, luchando por su futuro, dejaba muy lejana aquella madrugada del último día de la Feria del Pilar, de aquella plaza conmocionada, de aquellos compañeros en estado de shock, de los peores presagios, de aquel «llegó sin vida», de la cornada cataclísmica, de la femoral rota, de la ilíaca partida por dos cornadas, de las ocho horas de quirófano, del gran interrogante en la UCI… Cuando Mariano de la Viña apareció en la sala de prensa de la Quirón zaragozana, apoyado en una muleta y arropado por el médico que lo devolvió a la vida, todo era luz.

Han pasado cuarenta días, y quedan todavía muchas jornadas de curas y de rehabilitación, pero ya en casa. El torero estaba deseando emprender viaje a Albacete, en donde seguirá la recuperación, y pese a que «todas las despedidas son tristes, en este caso está lejos de ser así», explicaban desde la clínica, contentos por despedir al paciente en unas condiciones que solo hacían aflorar sonrisas en el personal que lo ha atendido.

La satisfacción del trabajo bien hecho, con Val-Carreres al frente de un equipo sin el que no hubiese sido posible el milagro, «tanto en la enfermería de la plaza como en el hospital- nos podemos dar la enhorabuena, trabajamos contra el reloj, y todos ganamos la partida». Atrás queda, en la sombra, un maldito 13 de octubre.

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