Análisis del voto y de lo que cuesta un escaño en las autonómicas revelan que la división en tres en un contexto de bloques perjudica las posibilidades de las izquierdas.
Un escaño en el Parlamento de Andalucía cuesta caro. En las provincias en que más barato sale en términos relativos –un 4,6% de los votos en Sevilla y un 4,7% en Málaga– supone en términos absolutos en torno a 40.000 y 35.000 votos con una participación ligeramente superior al 60% –en las elecciones de 2015 superó el 63% y en 2018 cayó al 58%–. Por debajo de esa cifra, los sufragios se quedan sin representación. Se pierden.
En el resto de provincias andaluzas, aunque se necesitan menos votos –entre 16.000 y 30.000 mínimo, en función del lugar, de la participación y de la acumulación del voto en los partidos mayoritarios– es necesaria una mayor concentración de los mismos. Así, en Cádiz se requiere en torno a un 5%- en Granada, un 6%- en Almería, un 6,4%- en Córdoba un 6,6%- en Huelva, un 6,7%, y en Jaén, el umbral del escaño asciende hasta un 6,8%, según un análisis basado en datos demoscópicos que hacen a Público fuentes de las negociaciones abiertas para explorar la posibilidad de un acuerdo entre Unidas Podemos, ahora mismo en vía muerta.
De este modo, la división de la izquierda andaluza en tres partidos que existe hoy –Unidas Podemos, Adelante Andalucía y Andaluces Levantaos– de mantenerse hasta las próximas autonómicas, provocaría, según coinciden expertos sociólogos consultados por Público y por fuentes de Unidas Podemos, que miles de votos de izquierdas no computarían, lo que acabaría por favorecer a las derechas, al mermar en escaños a las izquierdas, en un momento de política de bloques, a la espera de comprobar el efecto demoscópico que tendrá la resaca de los comicios en Castilla y León.
«Si la izquierda a la izquierda del PSOE se presenta dividida obviamente obtendría menos escaños que si lo hace unida. Por tanto, el bloque de izquierda tendría menos escaños y la proporción de los dos bloques está ajustada», afirma a Público Manuel Pérez Yruela, profesor de Investigación de Sociología ad honorem en el Instituto de Estudios Sociales Avanzados, del CSIC y exportavoz del Gobierno andaluz.
Partidos en tres
Es cierto que el voto de la derecha se dividió en tres en los pasados comicios en Andalucía y eso les llevó al éxito, al repartir el malestar que existía contra el PSOE en Vox y Ciudadanos, no solo en el PP, un partido que, hasta ahora, solo ha ganado unas elecciones en Andalucía, en 2012, en un contexto de crisis económica y de voto de castigo contra el expresidente Rodríguez Zapatero. «Es pronto para decir que Andalucía haya dejado de ser de izquierdas», considera Yruela.
Sin embargo, hay dos factores diferenciales que hay que tener en cuenta para el éxito de 2018 de las derechas. Por un lado, en aquellos comicios la participación fue muy baja y permitió, al quedarse en casa el votante tradicional del PSOE, que por primera vez el bloque de las derechas superara al de las izquierdas –lo hizo en 200.000 votos–. Y, por otro, el partido de ese bloque que menos porcentaje de votos obtuvo fue Vox, con un 10,97%, muy por encima de los umbrales entre el 4,6% y el 6,8% necesarios, según la provincia, para entrar en el Parlamento. Optimizaron, por tanto, los efectos de la ley D’Hondt [el sistema utilizado en España para repartir los votos], el sistema de recuento que se utiliza en las elecciones en España, según el análisis que hacen las fuentes.
La pregunta es entonces: ¿podrían las tres fuerzas conseguir esos resultados concurriendo por separado en las ocho provincias andaluzas? Yruela tiene claro que no: «El detalle se puede ver haciendo simulaciones con hipótesis de resultados electorales, abstención y ley D’Hondt».
Los ejemplos de las autonómicas de 2015 y de 2018 pueden resultar ilustrativos de estos efectos de la ley electoral sobre el número de votos. En las elecciones de 2015, cuando Podemos e IU concurrieron por separado, IU se quedó sin escaños en Almería con el 4,18% –11.300 votos–- en Huelva, con el 6,25% – 14.650 votos–, y en Jaén, con el 5,73% –20.555 sufragios–.
En resumen, unos 46.000 votos se quedaron entonces sin representación. 274.000 votos a IU sirvieron entonces para cinco escasos escaños.
En 2018, Adelante Andalucía, que agrupaba a todos los que hoy están separados, movilizó 584.040 votos, lo que permitió 17 escaños. Divididos en tres, hubieran dado –según estas cuentas– una rentabilidad menor. Entre tres, parece complicado mejorar los resultados, aun en las provincias en las que se eligen más diputados, Sevilla, Málaga y Cádiz, donde, incluso, algunos podrían quedarse fuera. En 2015, en Málaga, IU necesitó 49.502 votos y el 7,37% para su escaño.