Culturas

El Payaso de Hitler

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Fue aclamado en los escenarios de Alemania tras ser contratado por Goebbels. Actuó en el Medrano y otros grandes circos europeos donde se consagró como un genio de la mímica. En los años 50 se convirtió en la figura del Price. Fellini le inmortalizó en su película sobre el mundo de los clowns

Pedro García Cuartango

Charlie Rivel murió en 1983 a los 87 años, dejando tras de sí una leyenda como payaso que trascendió nuestras fronteras. Actuó en el circo Medrano de París durante varios años, fue una figura popular en la Alemania nazi y en los años 50 se convirtió en la principal atracción del circo Price. Su genio quedó inmortalizado en I clowns, la gran película de Fellini, que refleja la tragicomedia de esta profesión.

Joseph Goebbels, ministro de Propaganda del régimen nacionalsocialista, admiraba su talento para el mimo y le contrató en 1935 para que actuara en los escenarios de Alemania. Allí permaneció hasta el final de la guerra con tanto éxito que se dice que el propio Adolf Hitler solicitó conocerle tras asistir a una función suya. No hay prueba alguna de este encuentro, pero sí hay un telegrama, encontrado por el historiador Henrik Eberle, en el que Rivel felicita al dictador por su cumpleaños en 1943. «Que el Señor le siga colmando de salud, energía y fuerza», le desea.

Rivel volvió a España en 1945 tras acabar la contienda gracias a una gestión diplomática del Gobierno de Franco, que le proporcionó pasaporte para regresar tras estar refugiado varios meses en la Embajada de Suecia en Berlín. Dejaba atrás un país en el que había llenado teatros y circos durante una década y se había codeado con la jerarquía nazi, especialmente con Goebbels, que le trataba con familiaridad.

El payaso había nacido en 1896 en Cubelles (Barcelona) en el seno de una familia dedicada al circo. La leyenda cuenta que empezó a actuar a los tres años. Su progenitor fue el dueño del circo Reina Victoria e hizo una importante fortuna que le permitió comprar una mansión cerca de París. En 1920, Rivel se casó con Carmen Busto, hija de un payaso, con la que tuvo cuatro hijos. Más de medio siglo después contraería segundas nupcias tras la muerte de su esposa.

Tras formar parte de la troupe de su familia durante casi dos décadas, decidió independizarse en 1933 e iniciar una carrera propia, lo que le llevó a actuar en todos los grandes países europeos. El circo Medrano se fijó en él y le contrató como un fijo en sus programas.

Salía a la pista vestido con una peluca color naranja, una nariz roja y unos enormes zapatos. Apenas hablaba y solía sentarse para dialogar con el público mediante gestos, acompañado de una guitarra. Emitía sonidos y aullidos para expresar sus sentimientos. Hay una anécdota que apunta a que en una ocasión un niño se puso a llorar cuando se le acercó y él empezó a imitarle hasta que el pequeño se sacó el chupete de la boca, se lo entregó y empezó a reír.

Rivel llegó a actuar en el Festival de Eurovisión en 1973 para amenizar el recuento de votos. Ya estaba prácticamente retirado, pero muchos franceses y alemanes recordaban haberle visto actuar en su juventud. Su canto del cisne se produjo en el circo de la Ciudad de los Muchachos en Madrid en las Navidades de 1982, un año antes de su muerte.

Falleció en el hospital de San Pedro de Ribas y su memoria es conmemorada en un museo en Cubelles, en calles de algunas ciudades españolas que llevan su nombre, en un parque en Vigo y en una estatua en Barcelona. Su leyenda sigue viva.

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