La exposición al humo de tercera mano provoca alteraciones biológicas sobre las células del sistema inmune implicadas en la inflamación y las reacciones alérgicas
Fumar es malo, muy malo para la salud. Y no solo para la de los fumadores, sino también para la de todos aquellos que acaban inhalando los productos del tabaco, ya sea de forma directa –los consabidos fumadores pasivos o ‘fumadores de segunda mano’– o con el paso del tiempo. Se trata de los denominados ‘fumadores de tercera mano’, que acaban contactando con las sustancias tóxicas inicialmente suspendidas en el humo del tabaco y que se adhieren a todo tipo de superficies –desde los muebles hasta las paredes–. De hecho, un nuevo estudio llevado a cabo por investigadores del Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley en Berkeley (EE.UU.) muestra que los residuos dejados por el humo de los cigarrillos pueden provocar efectos sobre el peso y el desarrollo celular que dañan la salud de una forma muy significativa. O así sucede, cuando menos, en los modelos animales –ratones.
Como indica Bo Hang, director de esta investigación publicada en la revista «Scientific Reports», «siempre hemos sospechado que los jóvenes son los más vulnerables debido a la inmadurez de sus sistemas inmunes, pero hasta ahora no contábamos con evidencias contundentes. Y en este caso, hemos observado que el humo de tercera mano parece inhibir la ganancia de peso en ratones recién nacidos, pero no así en los adultos jóvenes».
Enseres ‘ahumados’
Para llevar a cabo el estudio, los autores utilizaron tanto crías de ratones como animales jóvenes a los que expusieron durante tres semanas a distintos objetos rociados con humo de tabaco. Y lo primero que vieron es que los ratones recién nacidos ganaban un peso significativamente inferior al de sus homónimos que crecieron en un entorno más saludable.
La buena noticia es que este efecto negativo sobre el crecimiento es reversible. De hecho, y semanas después de que la exposición a los enseres ahumados finalizara, las crías acabaron alcanzando el mismo peso que sus compañeros ‘control’.
Los bebés se presentan un mayor riesgo porque entran en contacto con las superficies contaminadas mientras gatean o muerden objetosBo Hang
Como alertan los autores, «los bebés humanos presentan incluso un mayor riesgo porque entran en contacto con las superficies contaminadas por el humo mientras gatean o muerden los objetos durante un periodo crítico para el desarrollo del sistema inmune».
En este contexto, debe referirse que un estudio publicado en el año 2010 por los mismos autores ya hizo saltar todas las alarmas al mostrar que la nicotina puede reaccionar con el ozono y el ácido nitroso del aire creando aerosoles orgánicos ultrafinos y compuestos carcinogénicos. Una evidencia a la que se sumaron los resultados de trabajos ulteriores en los que se observó que el humo de tercera mano ocasionaba una inestabilidad genética en cultivos celulares tanto humanos como animales.
Así, y con objeto de analizar los efectos biológicos de la exposición a este humo de tercera mano, los investigadores dispusieron piezas de algodón de cinco centímetros cuadrados y contaminadas por el humo de cigarrillos en las jaulas de los animales.
En este caso, y además de la falta de peso en los animales más jóvenes –hasta un máximo de tres semanas de edad–, los resultados mostraron alteraciones en los recuentos de células sanguíneas de todos los animales –recién nacidos o con una edad de hasta 15 semanas–, entre los que destacan unos mayores niveles de plaquetas y de distintos tipos de glóbulos blancos. Por ejemplo, las crías recién nacidas tenían mayores niveles de eosinófilos, las hembras adultas mostraban mayores niveles de neutrófilos, y los machos adultos tenían mayores concentraciones de basófilos. Y con independencia de su edad, todos los animales experimentaron un incremento de sus linfocitos B.
Como apunta Jian-Hua Mao, «todas estas células son tipos de glóbulos blancos asociados con la inflamación y las reacciones alérgicas. Los efectos sobre el recuento de células sanguíneas permanecieron incluso cuando se detuvo la exposición al humo de tercera mano, y las alteraciones se mantuvieron al menos durante 14 semanas en el caso del grupo neonatal y como poco durante dos semanas en el de los adultos».
Tan malo como el tabaquismo pasivo
En definitiva, los residuos dejados por el humo del tabaco sobre las superficies en los lugares cerrados pueden ser tan perjudiciales, sino más, que el tabaquismo pasivo. Y es que si bien los autores no analizaron las consecuencias para la salud de las alteraciones biológicas detectadas en el estudio, numerosas investigaciones han sugerido que acaban provocando un efecto muy perjudicial.
Como concluye Antoine Snijders, co-autor de la investigación, «el humo de tercera mano es un factor de riesgo para la salud ampliamente menospreciado. Por ello, necesitamos un mayor número de estudios y más grandes, sobre todo con humanos, para que podamos tener evidencias científicas para la toma de decisiones políticas sobre el humo de tercera mano».