El fotógrafo David Trullo se propuso retratar a 96 de sus conocidos como si fueran antiguos emperadores romanos. Los resultados se muestran en el Museo Lázaro Galdiano, enfrentados a los fondos de su colección de medallas y monedas
Hace un par de años, el fotógrafo David Trullo empezó a convocar en su estudio en el norte de Madrid a sus amigos y allegados (los familiares quedaron fuera de la selección) para empezar a fotografiarlos, de perfil, como si de antiguos emperadores romanos se tratase. Lo que en un principio arrancó como un divertimento con la fotografía en blanco y negro como herramienta, una vía de experimentación que no sabía a dónde le conduciría, dio un giro importante después de una visita del artista a una muestra del Museo Lázaro Galdiano (el mismo que ahora le acoge), donde descubrió unos antiguos esmaltes de Limoges del siglo XVII en los que fijó su atención.
«Entonces me di cuenta de que esas piezas –reconoce– estaban muy cercanas a lo que yo estaba investigando. Y que lo mejor era cambiar el soporte para mis fotografías, tender a la cerámica y así dejar de interesarme únicamente por la imagen bidimensional y centrarme en la misma como objeto».
Un número casi «redondo»
Lo que Trullo había puesto en marcha como un intento de crear su propio «imperio» personal («un autorretrato social a través de la gente más próxima»), representando a sus amigos como antiguos mandatarios, y, por ello, indagando una vez más desde el retrato en la articulación de la masculinidad y el ejercicio del poder, se convirtió en una propuesta expositiva para la misma Lázaro Galdiano, que se vio seducida por ella, y que hoy abre sus puertas bajo el título «Coined /Acuñados». Un total de 96 retratos (el número exacto de emperadores romanos reconocidos por los historiadores, desde Augusto hasta Rómulo Augústulo), enfrentados a otras tantas piezas de los fondos numismáticos de la fundación. De esta manera, la institución vuelve a colaborar con los artistas contemporáneos, haciendo dialogar sus conjuntos con la creación actual y poniendo sus contenidos en valor.
«&ldquo-Coined&rdquo- es un gran autorretrato social. Cada uno de nosotros &ldquo-es&rdquo- con quien se relaciona. Este es mi imperio»
Aquel que entre en la sala 6 de la primera planta del museo se topará con casi un centenar de tondos de diferentes tamaños que inundan dos de las paredes de la habitación en lo que parecen viejas cerámicas que reflejan los retratos de diferentes personalidades de la Antigüedad clásica. Es difícil discernir el estilo de las mismas, ya que el autor ha jugado a emplear variadas técnicas de transferencias fotográfica al barro (de la goma bicromatada al calco digital) y a mezclar épocas y procedencias (de las formas pompeyanas a fórmulas más propias del siglo XIX, lo que es un guiño a los eclécticos fondos del Museo). Asímismo, tampoco el tamaño denota mayor importancia en el sujeto plasmado («no es que le quiera más», bromea su autor), mientras que ha forzado los procedimientos para remarcar la idea de arqueología simulada, con fragmentos de ciertas imágenes que se velan o que desaparecen, que se superponen, con fallos que se resaltan para remarcar un falso paso del tiempo.
En un deseo de ser didáctico, una de las vitrinas de la sala muestra ejemplos del origen y desarrollo del proyecto– también algunas de esas obras «fallidas». E incluye incluso un retrato de estudio firmado por Alfonso a Lázaro Galdiano. Al observarlo, descubrimos que no hay muchas diferencias entre las fórmulas empleadas por los hombres de la Antigüedad en sus monedas y ese retrato más contemporáneo de perfil. «Realmente –explica Trullo– los elementos iconográficos de este tipo de retratos no ha variado con los siglos. Si un ciudadano de la antigua Roma viajara en el tiempo hasta hoy entendería perfectamente el significado de nuestras monedas».
Sin embargo, según el artista, la fotografía sí que ha influido en la manera que tenemos de percibir sus imágenes: «La foto democratiza el retrato. Las obras de &ldquo-Acuñados&rdquo- demuestran que cualquiera puede posar como un emperador. Además, la fotografía de perfil ha dejado de ser utilizada exclusivamente con estos fines exaltadores, llegando al ámbito de la ficha policial o la foto de cementerio, por lo que se rebajan las connotaciones positivas de prestigio o poder que llevaba asociadas». En este imperio personal que se enfrenta a antiguos imperios, también la elección de la cerámica se lleva a cabo por su versatilidad: «Es un material que puede ser empleado en objetos de uso cotidiano pero también de lujo. Es también muy democrático». Para conocerlo y dominarlo, Trullo ha trabajado codo con codo con la Escuela de Cerámica de la Moncloa, del Ayuntamiento de Madrid.
Para todos los gustos
Junto a las obras de Trullo, dispuestas como si de un nicho de cementerio, una colección de gabinete o «las víctimas de un loco científico taxonomista» se tratara, otras dos vitrinas con monedas y medallas procedentes de los fondos de la Lázaro, que alberga más de mil, y de las que la mitad se muestran al público en la planta superior del centro, aunque suelen pasar desapercibidas. Cuenta Carlos Sánchez, uno de sus responsables, que también se han seleccionado 96, tantas como obras del fotógrafo. En uno de los muebles se compila las de mandatarios y políticos, «lo que casa con la propuesta de David». Allí descansan algunos sextercios romanos –los ejemplos más antiguos atesorados–, y también las piezas de Limoges que sedujeron al artista. En la segunda de las vitrinas, tres modelos diferentes de poderosos personajes: de papas (como Pío V o Clemente XI), a artistas y músicos (Camoens, Ovidio, Canova, Puccini, Paganini…), o grandes prohombres –y hasta alguna mujer–, como Colón o Napoleón (la institución conserva una joya en todos los sentidos: una prueba en plomo realizada para su coronación). También un retrato del coleccionista y su esposa.
«La foto democratizó el retrato. Las obras de &ldquo-Acuñados&rdquo- demuestran que cualquiera puede posar como un emperador»
«&ldquo-Coined&rdquo- es un gran autorretrato social. Cada uno de nosotros &ldquo-es&rdquo- con quien se relaciona. Este es mi imperio. Antes, el poder de una personalidad quedaba reflejado en una moneda. Ahora, todo individuo alardea de lo mismo en redes sociales. El anverso de su &ldquo-moneda&rdquo- o &ldquo-medalla&rdquo- es su avatar en facebook o twitter. Y el reverso, toda la información que aporta de sí misma, lo que publica. Lo interesante del proyecto para mí es que, en el año que he estado trabajando junto al museo, he recibido influencias de algunas de las obras de su colección, que se han plasmado en ciertas piezas mías. Y, de la misma manera, parte de mi imperio ha cambiado. No es que haya dejado de hablarme con nadie, pero digamos que sí hay gente con la que se ha enfriado la relación». El poder desgasta y, cómo no, también se desgasta.