Entre operaciones y tratamientos, la reunión semanal en La Coruña con otros pacientes sirve de ayuda en la lucha contra la enfermedad. Al igual que el testimonio de los voluntarios que la vencieron hace incluso más de una década
Llegamos tarde a la cita con un grupo de coruñeses que conviven con el cáncer y pronto nos recordarán que, aunque ahora tienen mucho tiempo para charlar con nosotros, lo más importante es siempre anticiparse, lo que en este caso quiere decir prevenir. Le sucedió a Noli: «Soy la cara más buena de esta enfermedad. El bombón de la detección precoz. Me daba pereza ir a las mamografías que te recomiendan a partir de los 50 años. Cada dos vas y te revisas. Es tedioso. Pero es muy importante. Ya ves. ¡-A mí me salvaron la vida! Conservo la mama. El tratamiento es duro, pero lo acabé y aquí estoy. Yo soy la prueba de que no siempre que te diagnostican cáncer es algo tan trágico. No es agradable, claro, pero va a ser un recuerdo en mi vida», relata risueña. Hoy, nadie en su entorno falta a su cita programada.
«Me daba pereza acudir a las mamografías que programan a partir de los 50 años. Y ya ves. ¡-A mí me salvaron la vida!»
La escucha Ainhoa, psicóloga de la Asociación Española contra el Cáncer, que ejerce de guía en las «terapias grupales de ayuda mutua» que cada semana comparten, de la risa al llanto. «A veces empezamos hablando de la familia y terminamos con magdalenas», comenta Ana, a quien un día antes de cumplir 35 años el pasado mes de septiembre le diagnosticaron otro cáncer de mama. Ya ha empezado con la quimioterapia. Le seguirán cirugía y radioterapia antes de regresar a su puesto de trabajo como psicóloga: «El primer tratamiento era más llevadero, pero los últimos me dejan más agotada. Depende, además, mucho del tiempo».
—Te tocó invierno —interviene Loli.
—No hay temporada buena —añade al quite, cómplice, Ainhoa—. Al que le toca invierno porque le toca invierno, y al que le toca verano… porque le pica la peluca, si es que la lleva, o porque no puede ir a la playa por el sol.
«La empatía al charlar con alguien que sabe de lo que estás hablando no la tienes con ninguna otra persona. Conocemos ese punto último que nadie te puede explicar»
Isabel y Marisel completan el cuarteto de mujeres de este encuentro con ABC, aunque el grupo lo integran una quincena de pacientes. Ambas están ya jubiladas. Ambas fueron profesoras. También comparten años de batalla y sonrisa: «Mi diagnóstico, de cáncer de colon, fue a finales de 2012 y aquí sigo con tratamiento de quimioterapia. Por ahora no hay prevista fecha de finalización. Mantenemos a raya la enfermedad. Resisto», detalla Isabel. Su compañera suma un lustro desde que le detectaron un cáncer de peritoneo.
Problemas en casa
«Yo estaba sin trabajar y eso es otro problema –lamenta Noli–. Tus labores no tienen una recompensa monetaria, pero sí inciden en la familia. Además, la economía se resiente porque creas gastos. La asociación me dio una ayuda económica y, aunque no me mantenía, suponía un apoyo personal. Lo agradecía mucho. No tenía ingresos y restaba a mi familia. Si hablamos solo de desplazamientos para tratarme, fueron más de treinta. Eso es muy importante».
—¿Os ayuda poder relacionaros entre personas que están en diferentes fases de la misma enfermedad?
—La empatía al hablar con alguien que sabe de lo que estás hablando no la puedes tener con ninguna otra persona. Nosotros conocemos ese punto último que nadie te puede explicar.
De empatía saben mucho Jose, Antonio, Ángel y Manuel. Los cuatro padecieron cáncer de laringe. De aquello han pasado entre cuatro y doce años. Hoy son voluntarios que dan su testimonio a quienes se encuentran al principio de este camino. «Es un grupo especial por la patología. Han tenido que volver a aprender a hablar –señala María, la logopeda que los capitanea–. Visitan a los recién operados en el hospital. Hablan con ellos y con su familia. No es lo mismo que te dé la información un sanitario o cualquier otro profesional o que lo haga alguien que ya ha pasado por eso mismo».
Factores de riesgo
«Cualquier síntoma que aparezca hay que mirarlo. No se puede esperar. Quizá luego no haya remedio. Hay que ir al médico al instante»
Manuel se expresa a través de una prótesis, mientras que el resto utiliza la voz erigmofónica. Tuvo varias profesiones, algunas de las cuales le llevaron a respirar en un ambiente poco adecuado. Cuando recibió la noticia, era taxista. Solía llevar en su vehículo a una pareja de otorrinos. No les gustó nada aquella ronquera que no curaba y le recomendaron pasar por su consulta. «Tardé tres semanas en ir. Todas las noches cavilaba. ¿Y si es algo malo?». Un lustro antes otro médico se lo había advertido: «Me dijo que si no dejaba de fumar, tendría un cáncer. Y así fue». Este es uno de los factores que incrementan el riesgo a padecer esta enfermedad, donde la genética también tiene mucho que decir. Evitar el alcohol y el sedentarismo de sofá y mantener una alimentación equilibrada que aleje cualquier atisbo de obesidad son otros de los consejos. Estos cuatro amigos, que cultivan la retranca, superan los 60 años y estuvieron en contacto con la uralita en su etapa laboral, insisten en una advertencia: siempre se debe exigir que se cumplan las medidas de seguridad.
«No puedes anquilosarte y decir «no hay nada que hacer»», afirma Isabel
Siempre la prevención. Isabel regresa a ella. «Cualquier síntoma que aparezca hay que mirarlo. No se puede esperar. Quizá luego no haya remedio. No hay que dejarlo. Hay que ir al médico inmediatamente», enumera didáctica en una vuelta a las aulas. Tampoco escatima en recomendaciones para los propios enfermos: «Haz ejercicio físico dentro de tus limitaciones. Si no puedes levantar un brazo porque tienes los ganglios afectados, mueve el otro. O las piernas. No puedes anquilosarte y decir «no hay nada que hacer». Hay que hacer actividades que te relajen, que te gusten. No estarse lamentando porque tienes cáncer. Aún sirvo. Puedo hacer muchas cosas. Incluso puedo animar a otros que están peor que yo».
Después la reunión se disuelve. Cada cual a su casa en Oleiros, Cambre, Culleredo, Arteixo, en San Pedro de Nos, en la propia capital herculina… A seguir viviendo. «Cuando te llega un cáncer, tu vida no está aislada en una burbuja. Esto se suma», recuerda Noli.