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Lo que pasó no importa, el amor todo lo puede y otras mentiras sobre adopción

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Las familias gallegas iniciaron 135 solicitudes de adopción en 2018 – marcial guillén/efe

Manaia ayuda a familias a mejorar su preparación ante procesos y emociones comunes en los hogares adoptivos. «Sabemos que mucho más importante que la edad del menor es qué paso con ese niño en su etapa anterior», exponen

Rocío Lizcano

«Si te preparas para una carrera pensando en que va a llover a cántaros y luego resulta que apenas llueve todo va a ir mejor». Quien habla es Antón Mouriz, padre de una niña preadolescente de origen chino y coordinador del programa de apoyo y acompañamiento a hogares adoptivos de la asociación gallega de adopción y acogimiento Manaia que, a través de la colaboración entre iguales, busca arropar a las familias en la distintas fases vinculadas a un proceso adoptivo. Cada caso es distinto, pero, expone Mouriz, «hay algunas especificidades que se dan en niños adoptados que a veces cuesta enfrentar– no hay recetas ni fórmulas matemáticas, pero ver cómo lo hicieron otros siempre ayuda».

Desde la experiencia acumulada, la asociación trabaja en la superación de ideas distorsionadas, contrarrestando lo que Mouriz define como «las tres mentiras de la adopción»: lo que pasó antes no importa —quizá la más grande de todas— dice el coordinador de proyectos de Manaia: «A los niños no se les puede resetear y sabemos que más importante que la edad del menor va a ser qué ocurrió en ese tiempo anterior», hay que criarlos exactamente igual que a un niño no adoptado —«falso- en la adopción siempre hay incertidumbre y esa incertidumbre hay que aprender a gestionarla»— y «el amor todo lo puede». «Hay que quererlos, por supuesto, pero también hay que entenderlos y atenderlos», completa Antón Mouriz.

La impronta de estas tres mentiras, explica, acompaña a la inmensa mayoría de las personas que se acercan a la asociación a pedir información en los primeros pasos del proceso y, también, aflora en ocasiones andado el tiempo en los hogares ya establecidos ante dificultades sobrevenidas en la relación familiar. En cuanto al primer grupo, indica, y por influencia de la mentira número uno, es común que el interés de las personas se centre en niños de corta edad- «bebés sanos», según resume el coordinador del programa, identificando un grupo poco accesible: cerca de 300 familias esperan en Galicia (algunas desde 2010) la asignación de un hijo y son poco más de una decena los menores que responden al perfil descrito cada año. «Nuestro trabajo quizá más importante es precisamente intentar que el perfil de las familias se adapte al perfil de los niños que son adoptables, que los hay, tanto en Galicia como fuera», subraya Mouriz.

Exponer a los solicitantes la realidad de la espera, las «dificultades añadidas» de una adopción internacional o «las problemáticas que surgen en la adopción de niños racializados», ejemplifica, es también parte del trabajo efectuado por Manaia, con la intención de ayudar a las familias a que puedan afrontar otras realidades y a que, si con toda la información en sus manos deciden seguir adelante, lo hagan lo mejor preparadas posible.

Al mismo tiempo, las familias asociadas componen una red de experiencia compartida al servicio de las dificultades que puedan surgir en cualquier momento en los hogares. Muchas, indica el coordinador del programa, serán comunes, como las relacionadas con la pregunta —siempre presente, dice— que rondará al menor acerca de sus orígenes y las razones del abandono. «Siempre está ahí, la diferencia va a residir en hasta dónde llegan las inquietudes de cada niño: algunos se van a conformar con una respuesta X, otros querrán acabar conociendo a esa familia inicial», explica Antón Mouriz.

«Juzgar no ayuda a nadie»

El encaje de esa familia biológica en el relato del nuevo núcleo familiar y las carencias que esa construcción haya podido tener a lo largo de la vida en común, señala, es causa de algunas de las consultas más repetidas por las familias, relacionadas con cambios de comportamiento en la adolescencia. «Es un momento en el que todo está a favor para que explote. A todo el lío de identidad que supone esta etapa vital hay que añadir en el caso de un adolescente adoptado todas las preguntas sobre su familia de origen y los motivos de la adopción», indica.

Abordar el tema con naturalidad, no sólo en lo verbal, sino también en las reacciones, es una de las pautas recomendadas. «Si la primera respuesta a un peque de cuatro, cinco o seis años que pregunta por qué le dejaron sus padres es un ‘tú de eso no te preocupes, eso ya pasó’, o un respingo, ese niño no va a preguntar más, pero sus preguntas van a seguir ahí». No juzgar a la familia de origen es otra de las indicaciones: «Juzgar no ayuda a nadie, no ayuda a construir. No conoces las circunstancias al 100% y tampoco sabes qué harías tú en las circunstancias de esas personas», expone.

Manaia, apunta, pone el foco en las familias y en los cambios necesarios en los comportamientos y actitudes de todos para conseguir mejoras en el menor, huyendo de la patologización de los niños y partiendo, subraya, de que la base de la adopción es proporcionar la mejor familia al menor, no encontrar una niña o niño para satisfacer la necesidad de las familias.

La asociación, que anualmente recibe una aportación de 44.000 euros de la Consellería de Política Social para el mantenimiento del programa de apoyo, realiza sesiones grupales en cada una de las siete ciudades gallegas una vez al mes, atiende telefónicamente o en citas presenciales demandas concretas, facilita el contacto con «familias espejo» ante dificultades puntales planteadas por los hogares y organiza actividades formativas (casi un centenar en 2018) para abordar con expertos temáticas específicas relacionadas.

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