Culturas

Justicia en San Isidro para Ángel Teruel, un torero «maltratado»

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El Viti y Ángel Teruel – Maya Balanya

Grandes maestros arropan a la figura de Embajadores en un multitudinario y sentido homenaje en el «Paseo de Hollywood» de Las Ventas

Rosario Pérez

@CharoABCToros

Con un impecable traje color noche, el pañuelo en la solapa, una corbata de elefantes y sus inseparables gafas, Ángel Teruel volvió a LasVentas. Desde la calle, ya de espaldas, se notaba que por allí iba un torero. ¡Qué porte! Apenas queda rastro de ese caminar ni de esa forma de ser y estar en la vida, la de los últimos dandis. Más castizo que un chotis, el maestro de Embajadores descubrió por fin el azulejo que la afición reivindicaba desde hace tiempo. «Es un torero maltratado por los historiadores de la Fiesta, no se le ha dado la consideración que merece y es una grandiosa figura, en la línea de Joselito el Gallo», prologó el aficionado y escritor Domingo Delgado de la Cámara en el acto organizado por la Comunidad de Madrid. Tal y como era su deseo, este tributo llegó en vida en una España que suele rendir más homenajes a los muertos que a los vivos. «Hasta que no la espichas no eres nadie», espetó Manoli, una teruelista setentera que hizo una confesión debajo de la placa: «Con Ángel me pasa como con el jamón, hasta los andares me gustan».

«Mi ahijado ha sido muy grande, con un ingenio muy especial», sentenció El Viti, padrino por partida doble del homenajeado. Ambos se fundieron en el abrazo más sincero en una jornada cargada de emociones. Y junto a Su Majestad luce ya el azulejo en ese paseo de la fama que es el «Hollywood» de Las Ventas: Paco Camino, Julio Aparicio, AndrésVázquez, César Rincón, Curro Romero… Esos bajos del «1» en los que descansa el coro de las almas de Rafael Ortega, Luis Miguel Dominguín, Diego Puerta, Gregorio Sánchez o Iván Fandiño, el último héroe que «entregó la vida por la gloria del toreo». A su derecha se encuentra desde ayer el de Teruel, «que paseó por los ruedos del mundo su clase, temple y poderío».

Fueron muchos los que arroparon a Ángel Teruel Peñalver, desde el César colombiano al Soro valenciano, que se inspiró con un poema. «Es un honor que se haga justicia en este templo a uno de los toreros más importantes», había subrayado antes. Y recordó la voz de Teruel cuando, antes de matar una de Guardiola, le llamó «alhaja» en el patio de cuadrillas. Sonreían todos los asistentes que colmaban el tendido Bienvenida, el único que se llenó en tarde de media entrada. La expectación había sido matinal: aquello estaba tan abarrotado que alguno casi se despeña por las escaleras mientras subía a inmortalizar un momento repleto de torería. «Un castizo como Ángel merecía esto en pleno San Isidro», comentó Ortega Cano, que no pudo quedarse luego en los toros al tener a su hijo pequeño con fiebre. Hasta Simón Casas buscó la foto, pues justo ayer se cumplían 44 años de su alternativa en Nimes, con Teruel de padrino. El homenajeado agradeció «infinitamente el amor que todos me están dando». Breve su verbo, «que lo cortito y bueno es más sabroso que lo mucho y malo». A ver si toma nota el escalafón…

Como ayer Madrid volvía a ser su casa, no perdió detalle de la corrida desde una barrera del «10», acompañado de su hermano Pepe. «Para lo que hay que ver…», dijo un pesimista mientras accedía a su localidad. Otro aficionado le contradecía: «Hay que apoyar a los toreros jóvenes, son el futuro». Pero con la mansada de Valdefresno –aunque ofreció alguna que otra embestida con calidad– poco pudieron hacer, ¿o sí? Hay detalles ilusionantes, pero esos no resuelven el mañana… Para colmo, el vendaval movía capotes y muletas como las velas de un barco en medio de una fuerte marejada. Y el ruedo, con sus remolinos, parecía una tormenta de arena en el desierto. «¡Vaya polvareda!», se oyó justo encima del puesto de comentaristas de Emilio Muñoz y Maxi Pérez (que también arroparon a Teruel). Algunos se piraron en mitad del festejo. Otros mantuvieron la esperanza, no ya de que embistiera lo que restaba de sexteto, sino de que algún matador tuviese el gesto de brindar al de Embajadores en su día. Pero el brindis no llegó. Escasea la torería, en la vida y en el ruedo.

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