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Herida abierta en un ecosistema único

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Incendio en la Sierra de Guadarrama – LUIS ALONSO MARCOS

El daño del fuego va más allá de las 400 hectáreas consumidas e incide en la rica flora y fauna del espacio natural

Por sus dimensiones no ha llegado a ser un gran incendio, pues el avance de las llamas se frenó antes de alcanzar las 500 hectáreas que exige esa catalogación. Pero por la cicatriz negra de 400 hectáreas dejada en ese pulmón verde que es la sierra de Guadarrama y en el corazón especialmente de los segovianos, sí lo es. En una zona afortunadamente poco acostumbrada a que el fuego consuma su monte, ese espacio que forma parte de su vida, de su día a día y que ha sido medio de supervivencia, la angustia, el enfado y la impotencia se propagaron entre los vecinos del Real Sitio de San Ildefonso y de la provincia de Segovia en general tan rápido como las llamas iban dejando tras de sí la imagen en blanco y negro de la desolación.

Donde había verde, ahora hay cenizas en este enclave reconocido desde 2013 como una de las 48 reservas de la biosfera que hay declaradas por la Unesco en España. Que haya afectado a un espacio natural en el que se calculan las figuras de protección duele aún más y demuestra el grave impacto medioambiental causado. Sin olvidar que el incendio de La Granja ha coincidido con el desatado el mismo día a unos kilómetros de distancia, pero en la vertiente madrileña de la Sierra de Guadarrama, en Miraflores.

Se calcula que las zonas afectadas, de alto valor ecológico, tardarán 50 años para recuperarse. Y es que el incendio declarado poco antes de las 15.00 horas del domingo 4 de agosto comenzó en el casco urbano -en una calle de la urbanización Caserío de Urgel-, pero lo hacía ya desde el propio Parque Natural Sierra Norte de Guadarrama que desde diciembre 2010 protege y valora la riqueza de 83.616 hectáreas por las que se extiende en 34 municipios de Segovia y Ávila, entre ellos el Real Sitio. Y con el paso de las horas se adentró en el Parque Nacional (catalogado así desde 2013). Dentro de sus límites está la mitad de la superficie calcinada.

No sólo pinos

Unas 262 hectáreas afectadas por el fuego son de pinos, con ejemplares de 20 metros a los que las llamas llegaron y consumieron las copas. Pero lo que ha reducido a cenizas el incendio que ha desplegado uno de los mayores dispositivos -con momentos de hasta 13 medios aéreos entre aviones anfibio y helicópteros haciendo cargas y descargas de agua y unas 700 personas involucradas- es mucho más que esa masa forestal.

Ecosistemas únicos, más de un centenar de aves, mamíferos, peces, reptiles… tienen su «casa» en Guadarrama. Un hogar modificado por culpa de unas llamas cuyo origen tienen claro que es «humano», a falta de determinar si por una negligencia o de manera intencionada. Por ello, el impacto del incendio va más allá de esa «herida» abierta en el macizo montañoso que divide en dos la meseta y supone la frontera natural entre Segovia y Madrid. Visible a kilómetros de distancia, con la mirada en profundidad permite valorar la dimensión del incendio.

Matorrales y pastizales alpinos, pinares, melojares, turberas… se dan cita en este espacio que constituye una muestra representativa de los sistemas naturales de alta montaña mediterránea. Cierto es que esas algo más de 400 hectáreas afectadas suponen una «pequeña» herida dentro de las 33.960 por las que se extiende el Parque Nacional (el 64 por ciento en la Comunidad de Madrid, y el 36 restante en Segovia) y las 62.687 de su Zona Periférica de Protección. Pero en ese «cuerpo» conjunto todos se han podido ver afectados. Aves, reptiles, mamíferos… no entienden de esos límites del perímetro del fuego y la vegetación consumida es, en ocasiones, guarida y «despensa» de la fauna. Un manto verde, con muchas especies consideradas «exclusivamente guadarrámicas», como el pino albar o el de Valsaín (el que llena el Pinar del mismo nombre, joya de la corona del Parque, ejemplo de gestión sostenible y que se libró, por poco, de las llamas) o el enebro rastrero. Una elevada diversidad florística, hongos y líquenes también forman parte de este ecosistema, con 43 árboles catalogados como singulares, diez de ellos en el Parque Nacional.

«Vitales para las aves»

Desde Ecologistas en Acción ya han alertado que las zonas consumidas por las llamas -tanto en La Granja como en Miraflores- son «vitales para las aves» que habitan en el Parque Nacional. No en vano, diversas figuras amparan a mayores la rica avifauna con amplios terrenos catalogados como Zona de Especial Protección para las Aves (casi 52.600 hectáreas de ZEPA, la mayor parte en la provincia de Segovia). Hasta 133 especies de aves pasan aquí todo el año o una temporada, sobre todo entre los 800 y los 1.500 metros de altitud, precisamente coincidiendo con las zonas afectadas por el incendio.

Destacan especies como el águila imperial ibérica (endemismo una de las más amenazadas), el acetor alpino (de las pocas que sobrevuela las cumbres de Guadarrama en invierno), la chova piquirroja, el halcón peregrino, el milano real o el buitre negro, el de mayor envergadura con sus casi tres metros y una de las aves que presenta mayores necesidades de conservación. Conforma la mayor colonia nidificante del centro peninsular y un núcleo «importante» para la conservación de una especie «aún amenazada». Es, además, uno de los que está en pleno periodo de reproducción y la confianza se centra en que el vuelo emprendido huyendo del humo, las llamas y el continuo ajetreo de las cuadrillas por tierra y aire luchando contra el fuego no haga que los pollos de los nidos queden abandonados.

Mamíferos

Y hasta 58 mamíferos hay inventariados como habitantes del Parque Nacional de Guadarrama, seis de ellos endemismos ibéricos, como son la liebre ibérica, el topillo lusitano, la musaraña, el topo ibérico, el desmán -con una pequeña población tras creerse extinguido y al que ampara la mayor categoría de protección- y el topillo de Cabrera. A los que añadir los que se mueven por el Parque Natural que se extiende a menores altitudes y entre los que hay también especies domésticas como los caballos. Precisamente casi una treintena lograron salvarse por la pericia de un piloto de helicóptero alejándolos del humo y las llamas.

Corzos, cabras montesas, tejones, lobos y hasta 23 especies de murciélagos también se mueven por este espacio. Con hasta 23 especies de reptiles catalogadas, incluidos varios endemismos ibéricos y uno único de Guadarrama, la lagartija carpetana, se evidencia la importancia de este entorno para su conservación. Innumerables invertebrados que sobre todo en primavera y verano dan color se suman a la riqueza de este espacio, también con gran diversidad entre los peces, salvados del fuego, pero con la amenaza sobre sus aguas de la contaminación. Pequeños manantiales y fuentes sí se han visto afectadas, y entre las tareas más urgentes ahora está evitar la erosión y que las cenizas y restos de vegetación quemada no dañen a las corrientes.

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