Triunfan a lo grande en la confirmación de Luis David Adame
La cereza al pastel de un fin de semana de Aniversario en la Plaza México inolvidable lo pusieron el domingo Morante de la Puebla y Julián López El Juli quienes lograron unificar criterios de cerca de 30.000 espectadores que disfrutaron al máximo del arte y el dominio de dos figuras indiscutibles.
José Antonio Camacho Morante de la Puebla fue capaz de volver a triunfar consecutivamente, de derramar el arte muy suyo, por el ruedo capitalino, cuyos tendidos se volvieron a caer rendidos ante la quintaesencia de su toreo.
Difícil definir si la de diciembre o la de ayer fueron mejores una que la otra, lo cierto es que ambas le permitieron al artista sevillano concatenar dos triunfos muy relevantes porque el marco de la entrega y emoción que fue capaz de provocar en los espectadores fue mayúsculo.
Aquí, que los aficionados son más toreristas y no se dejan nada adentro para expresar lo que sienten mientras un torero camina, respira y torea como Morante, este tipo de faenas tiene una relevancia mayor.
El torero sale de los ruedos mexicanos fortalecido anímicamente después de recibir tanto halago sincero de parte del juez más implacable que es el público.
Y algo mejor, no solamente fue su toreo, sino la estocada que de suya valía una oreja, le permitió a José Antonio cortar dos apéndices y sumar cuatro para erigirse, hasta el momento, como el máximo triunfador de la temporada.
«La cara es el espejo del alma y ver una plaza con tanta gente que haya disfrutado de lo que fui capaz de lograr en el ruedo. Ha sido un gusto ver en esa gente, en sus rostros, la felicidad y el éxtasis», dijo Morante.
Lo que El Juli alcanzó a realizar con sus dos enemigos en la Plaza México fue un portento de dominio, una cátedra de técnica, oficio y sobre todo pundonor.
Triunfó arrebatadamente Ponce el sábado, ya «Morante» se le había ido por delante y él no quiso quedarse atrás y lo consiguió dominando a sus dos enemigos. De mucho más mérito la faena de su primero porque nadie apostaba nada por el toro y él terminó logrando que embistiera hasta matarlo bajo y perder las orejas.
La del quinto, también meritoria, pero ésta más sentida, más torera, más espontánea, donde cada uno de los muletazos que consiguió llevaban un mensaje el del dominio y el del disfrute.
De no haberlo pinchado le hubieran dado el rabo, pero antes del estoconazo tocó en hueso, y aunque ello desanimó un poco al público y al propio torero, cuando Julián tomó las dos orejas la ovación fue estruendosa y emocionada con los aficionados de pie como lo habían hecho ya varias veces durante su faena.
Confirmó la alternativa al lado de este par de monstruos el matador mexicano que el año pasado fue, sin dudarlo, el líder del escalafón novilleril mundial, Luis David Adamey aunque mermado por una cornada que aún no termina de cicatrizar, con la presión de un cartel así estuvo digno.
Con el de la ceremonia que fue noble y emotivo, Adame consiguió, pese a los nervios naturales y la presión de un evento de tanta envergadura, momentos aislados y buenos que ya no pudo refrendar con su segundo que fue manso. Mérito tuvo al regalar un astado y tratar de remontar, aunque él sabía que era harto complicado lo hecho por sus alternantes, pero el toro, manso, no se lo permitió.