Economia

EE.UU. y China rebajan la tensión, pero mantienen la amenaza de más aranceles

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Donald Trump alaba a Xi Jinping y admite avances en la negociación, aunque advierte que solo aceptará un pacto «bueno para Estados Unidos»

David Alandete

@alandete

Pablo M. Díez@PabloDiez_ABC

A su manera, Donald Trump ha enmendado el rumbo de su particular guerra comercial con China ante las presiones de las grandes empresas estadounidenses, de su propio partido y de sus aliados en el G-7. Tras la orden del viernes de aumentar un 5% los aranceles sobre productos por valor más de medio billón de dólares, el presidente norteamericano alabó ayer la disposición a negociar de su homólogo chino, Xi Jinping -«es un gran líder», dijo- y advirtió de que «grandes cosas van a suceder con China». A pesar de ello, el plazo de cinco días para aumentar esos impuestos sobre importaciones sigue en pie.

Según la Casa Blanca, la orden que Trump dio el viernes a las empresas estadounidenses de abandonar China provocó que el gobierno del país asiático contactara con Washington en dos ocasiones durante el fin de semana. «China ha llamado a nuestros responsables del área de comercio y nos han dicho que quieren volver a negociar. Es algo que merece mi respeto. Es un avance muy positivo para el mundo», confirmó ayer Trump en una conversación con periodistas de la que informó posteriormente el gobierno norteamericano.

Eso sí, el presidente norteamericano abogó por llegar a un «buen pacto para Estados Unidos» ya que si no, «no habrá acuerdo», incluyendo un dardo a la Unión Europea en la rueda de prensa posterior al encuentro en Biarritz (Francia) del G-7. «La UE es muy dura a la hora de llegar a un acuerdo, pregúntenle a Theresa May», señaló, para añadir que confía en poder llegar a un acuerdo con el bloque europeo sin la necesidad de imponer aranceles a los automóviles continentales.

La UE, atenta al pulso

El presidente francés, Emmanuel Macron, también se refirió al pulso comercial: «Nosotros estaremos vigilantes» para proteger los intereses de «todo el mundo».

Lo cierto es que China nunca se ha retirado completamente de la mesa de negociaciones comerciales. El viernes Pekín aprobó su primera ronda de aranceles de entre 5% y el 10% sobre productos importados de EE.UU. por valor de 75.000 millones de dólares, en respuesta a dos rondas previas dictadas por Trump como método de presión para renegociar los acuerdos comerciales existentes entre las dos potencias. Ambas han intentado alcanzar un acuerdo en varias reuniones mantenidas en Washington, de momento sin éxito.

Hasta ahora la Casa Blanca se ha negado a acceder a la principal exigencia de Pekín, que es aplazar los aranceles mientras dure la negociación. El presidente Trump se ha marcado como objetivo equilibrar la balanza comercial entre ambos países, ya que hoy por hoy EE.UU. importa de China 558.000 millones de dólares mientras apenas consigue exportar 179.000 millones. Además Trump ha pedido al gobierno de China garantías de que pondrá coto al espionaje industrial de las empresas que fabrican sus productos en ese país.

El domingo, Trump admitió en respuesta a una pregunta formulada por la prensa durante la cumbre del G-7 que tenía dudas sobre la guerra de aranceles: «Es bueno dudar sobre todo». Inmediatamente la Casa Blanca salió a negar que haya cambios en su postura oficial respecto al comercio con China. El principal asesor económico de Trump, Larry Kudlow, acudió a la cadena de televisión CNN a matizar: «No se van a suspender los aranceles, en todo caso aumentarán si no hay acuerdo». El 1 de septiembre entra en vigor la ronda adicional del 5% sobre bienes por valor de 300.000 millones de dólares.

Ante el pánico provocado entre los gigante empresariales de EE.UU. por la amenaza de Trump de forzarles a abandonar el mercado chino, la Casa Blanca ha defendido este fin de semana que el presidente dispone de medios para hacerlo. Una ley de 1977 le permite al gobierno declarar el estado de emergencia económica en respuesta a una crisis internacional y congelar cualquier transacción con el país o grupo sancionado, que en este caso sería China. Hasta ahora esta ley se ha implementado únicamente en casos de terrorismo y para asfixiar a milicias como Al Qaeda.

Frente a los bandazos y las fanfarronerías de Trump, China sigue abogando por la calma y el diálogo, al menos de cara a la galería internacional. El responsable de las negociaciones con Estados Unidos sobre la guerra comercial, el viceprimer ministro Liu He, intentó ayer frenar la escalada arancelaria tras el fuego cruzado del viernes.

«Tenemos la voluntad de resolver las disputas comerciales con EE.UU. a través de negociaciones calmadas. Nos oponemos con decisión al bloqueo de tecnología, al proteccionismo y a la escalada de la guerra comercial, que no beneficia ni a EE.UU. ni a China. Y tampoco al mundo», señaló Liu en un discurso en una conferencia tecnológica internacional en Chongqing, al suroeste del país.

Por si su mensaje conciliador con la Casa Blanca no funciona, también aseguró que Pekín tiene «suficientes herramientas de política macroeconómica y somos capaces de garantizar los fundamentos estables y sólidos del crecimiento», recoge el periódico «China Daily».

Cinco días de margen

Como hombre del presidente Xi Jinping en las conversaciones con Washington, Liu He fue el último en reunirse el mes pasado en Shanghái con el secretario del Tesoro estadounidense, Steven Mnuchin, y el responsable de Comercio, Robert Lighthizer. A pesar de sus promesas de avanzar en el diálogo, y de la tregua alcanzada por Trump y Xi en la cumbre del G-20 en Japón en junio, los nuevos aranceles previstos por la Casa Blanca para septiembre y diciembre gravarán prácticamente todas las importaciones procedentes de China.

Con el margen de tiempo para la negociación estrechándose, la Prensa oficial rechaza amenazas y advierte a las empresas estadounidenses del «suicidio» que sería marcharse del descomunal mercado chino, como les ha ordenado Trump. Aunque pocas compañías pueden tomarse en serio el tuit en el que lo dijo, los periódicos de la propaganda china recuerdan a través de editoriales y opiniones de expertos la quimera de los 1.400 millones de consumidores potenciales. Como ejemplo, el diario «Global Times», altavoz del Partido Comunista, cita al gigante automovilístico General Motors, que el año pasado vendió más coches en China (3,65 millones) que en su propio país (casi tres millones).

A pesar de estas advertencias y buenas palabras, la Bolsa de Hong Kong cayó ayer un 1,9% y el índice CSI 300, que cotiza en Shanghái y Shenzhen, un 1,4%, según informa el periódico «South China Morning Post». El yuan también volvió a debilitarse ante el dólar mientras cunde la preocupación a que esta guerra comercial entre EE.UU. y China acabe provocando una recesión mundial.

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