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Mattis viaja por sorpresa a Irak para enmendar los errores de Trump

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El secretario de Defensa de EE.UU., Jim Mattis(c), saluda al ministro iraquí de Defensa, Arfan al-Hayali (i), este lunes en Bagdad – EFE
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El nuevo secretario de Defensa, que sirvió tras la invasión de 2003 como el general de los Marines, mostró el apoyo de EE.UU. a la ofensiva final para expulsar a Daesh de Mosul

Jim Mattis regresó a Irak de traje y corbata para mostrar todo el apoyo de Estados Unidos a la ofensiva final para expulsar al grupo yihadista Daesh de Mosul. El nuevo secretario de Defensa, que sirvió en el país árabe tras la invasión de 2003 como el general de los Marines, aterrizó por sorpresa en Bagdad 24 horas después de que las fuerzas iraquíes comenzaran su avance hacia la parte oeste de la capital del «califato».

La Policía federal y unidades de élite del Ministerio del Interior, conocidas como de Respuesta Rápida, lideraron por segundo día las operaciones y lograron alcanzar Albu Saif, localidad desde la que intentarán acceder al aeropuerto internacional de la ciudad, el primer gran objetivo. Los bombardeos de la coalición que lidera Estados Unidos fueron decisivos para facilitar el avance iraquí, pero cuando el tema militar y el final del «califato» debían ser los grandes protagonistas, Mattis tuvo que dedicar gran parte de sus encuentros con los dirigentes de Irak a apagar los fuegos encendidos por su presidente.

En una reunión en la sede central de CIA en enero, Donald Trump, lamentó la estrategia posterior a la invasión ordenada por George Bush ya que, en su opinión, «deberíamos habernos quedado con el petróleo» y aseguró que «quizás tengamos otra oportunidad». El presidente también provocó un gran malestar en Bagdad al incluir poco después a Irak en la lista de países musulmanes cuyos ciudadanos tenían vetada la entrada a Estados Unidos.

Mattis afirmó que EE.UU. no intenta «apropiarse del petróleo de nadie»

Tras alabar a las fuerzas iraquíes, «que tienen grandes habilidades militares», Mattis matizó las palabras de Trump y afirmó que su país no intenta «apropiarse del petróleo de nadie» y señaló que «cada uno de nosotros en EE.UU. ha pagado a cambio del petróleo y gas, y estoy seguro que vamos a seguir haciéndolo en el futuro». Preguntado por el polémico decreto que vetaba la entrada de los iraquíes a EE.UU., el exmarine aseguró que no había visto el decreto, pero que tomará «las medidas necesarias para permitir a todos aquellos que han combatido con nosotros, por ejemplo, entrar al país».

El Ministerio de Defensa de Irak indicó que el titular estadounidense se reunió con su homólogo iraquí, Erfan al Haiali, y le felicitó por las victorias conseguidas en las ofensivas para expulsar a los yihadistas.

Además del apoyo aéreo, Estados Unidos cuenta con unos 5.000 militares desplegados en el frente de Mosul para asesorar a las fuerzas de Irak. Un «apoyo importante», en palabras del primer ministro iraquí, Haider Al Abadi, pero que no significa que haya fuerzas extranjeras terrestres combatiendo en el país. Según un comunicado de la oficina ministerial, Al Abadi insistió ante Mattis que son las fuerzas iraquíes las que luchan y consiguen las victorias y le pidió que siga apoyan a sus fuerzas «en un momento crucial para liberar nuestras ciudades» de Daesh.

Las palabras de Abadi responden a las duras críticas del clérigo chií Muqtada Al Sader, que en cada una de sus intervenciones denuncia la presencia de «fuerzas de ocupación» estadounidenses. Tras el reinicio de la ofensiva en Mosul, Al Sader volvió a exigir «la salida del país de las llamadas fuerzas amigas para preservar el prestigio y la soberanía del estado».

Peligro para los civiles

Conforme los combates se acerquen a las calles de Mosul mayor será el peligro de los cerca de 600.000 civiles, según Naciones Unidas, que quedan y entre los que podría haber «unos 2.000 yihadistas»atrincherados, según la cifra ofrecida a los medios por una fuente cercana a Mattis, aunque la inteligencia iraquí elevó el número a 5.000. El organismo internacional se preparar contrarreloj para recibir un éxodo de 400.000 personas obligadas a desplazarse por una operación militar que, junto a la de la toma de Raqqa, capital de Daesh en Siria, el Pentágono calcula puede durar seis meses.

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