Aunque ya tiene el apoyo de la CUP, no se comprometerá con la «unilateralidad»
Si bien no es la primera vez que se anuncia el «curso decisivo» para el proceso soberanista, el Parlamento autonómico da comienzo este miércoles, con la cuestión de confianza a la que se someterá el presidente de la Generaltitat, Carles Puigdemont, a lo que se intuyen como meses determinantes para la política catalana. El jefe del ejecutivo, aunque tiene garantizado el apoyo de la CUP para superar la cuestión de confianza, deberá aclarar qué pasos dará en adelante, en una reformulación de la «hoja de ruta» para la ruptura pactada entre los antisistema y el grupo de Junts pel Sí, y que sitúa en verano del próximo año el fin de la legislatura.
La principal duda, y el asunto sobre el que pivota y pivotará en adelante la política en Cataluña, es el de la convocatoria o no de un referéndum de autodeterminación, «unilateral» según exigen los antisistema, «vinculante» y con garantías, según apunta como condición Puigdemont. Aunque en el independentismo hay una gran división al respecto, parece que se abre camino la opción que defiende el «president», seguir adelante con el referéndum, al menos por lo que respecta a su preparación.
A diferencia de los antisistema, que reclaman celebrar la consulta a cualquier precio, el presidente de la Generalitat ha apuntado que la misma solo tiene sentido si cuenta con los mínimos requisitos para que el resultado sea «vinculante», empezando por el reconocimiento internacional. De no ser así, como todo el mundo asume que va a suceder, se abre paso como alternativa más plausible la convocatoria, en otoño de 2017, de unos comicios autonómicos, estos de carácter «constituyente» según su terminología, y que es de hecho lo que prevé el pacto JpS-CUP.
Mientras que el independentismo más fantasioso sigue alimentando la idea de que un referéndum vinculante es posible, el sector más prágmático entiende que algo así solo es viable si hay un acuerdo con el Estado. Fuentes parlamentarias sostienen al respecto que Puigdemont, para contentar a la CUP y conseguir su apoyo posterior a los Presupuestos, hará oficial este miércoles la apuesta por la convocatoria de un referéndum, aunque con unos condicionantes que, a la práctica, harán imposible su celebración. Destacadas voces del soberanismo, entre ellas el expresidente Artur Mas, ya han prevenido contra lo que temen sería una inocua —en términos políticos— repetición de la consulta del 9-N, en la que solo participaron los partidarios de la secesión. Con todo, incluso los escépticos parecen haberse plegado ante lo que muchos creen que va a ser la estrategia de Puigdemont: seguir adelante con la ficción de la consulta, tensar la cuerda con el Estado, incluso llegar a convocarla, para al final renunciar en aras de unos comicios autonómicos que, como los de hace justo un año, se anunciarán como los últimos en su formato autonómico.
«Mentalidad de conflicto»
En medio de una gran confusión sobre los siguientes pasos a dar, la cuestión de confianza coincide con el aniversario, ayer, de la victoria de JpS en las últimas elecciones. La sensación de que la base social del soberanismo sigue estancada, o a la baja, coincide con una escalada declarativa que para la oposición solo es síntoma de debilidad. La portavoz de la Generalitat, Neus Munté, insistía ayer en que asumen el «compromiso de culminar el proceso», mientras que el líder de JpS en el Parlamento, Jordi Turull, animaba a los catalanes a encarar con «mentalidad de conflicto» lo que ve como la recta final del proceso.