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Martín Wizner, de casta le viene al galgo

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El gallego Martín Wizner, hijo de Laureano, se proclamó campeón del Mundo de la clase 420 y se centra ahora para participar en los Juegos Olímpicos de París 2024 en la clase 49er

Si hubiera que apostar por un regatista español con madera de campeón, todo el mundo estará de acuerdo en que Martín Wizner está sí o sí en esa quiniela. El regatista gallego, junto con su compañero Pedro Ameneiro, se acaba de proclamar campeón del Mundo en la clase 420 tras el Mundial celebrado en Vilamoura. Y no es flor de un día. Martín ha estado tres años en la clase 420 y se ha llevado a su casa de Vigo seis medallas entre campeonatos europeos y mundiales. Su periplo por esta clase intermedia y de formación hacia la elite le ha llevado hasta las cotas máximas con su triunfo el pasado 11 de julio en el Mundial disputado en aguas del Algarve, justo unas semanas antes de dar el salto a los 49ers.

Martín Wizner es hijo de Laureano Wizner, uno de los regatistas más respetados y queridos de España. El padre ha sido como un orfebre para este proyecto de gran regatista aunque ya en su paso por la clase 420 dio un paso atrás en todo lo relacionado con temas de barcos para dejar a los entrenadores de Martín hacer su trabajo. Y lo cierto es que el chaval ha salido muy bueno. En Portugal puso el colofón inmaculado a su paso por el 420. Allí logró el título mundial junto a su hasta la fecha inseparable Pedro Ameneiro. Y eso que no lo tuvieron nada fácil…. «El que iba primero era el equipo kiwi de Menzies y McGlashan -dice Martín-. Salimos terceros al agua y nos sacaban bastante ventaja. En la primera manga no fuimos a por ellos y esperamos a ver si fallaban. Nosotros ganamos y al ver que ellos hacían una mala regata nos pusimos muy cerca de puntos. En la última manga salimos a marcarles en la presalida y se la ganamos. Había que ir a por ellos y arriesgarse. Al entrar en la segunda manga ya estábamos por delante con dos puntos de ventaja y al cancelarse la tercera nos proclamamos campeones. La verdad es que fue una espera larga a la cancelación definitiva. Fue una hora y media esperando porque nos quedamos sin viento sin y al final nos mandaron a tierra», dice el regatista de Vigo.

Luego ya llegó la celebración: «Cuando aplazó el comité ya lo celebramos en el agua con los otros españoles. Nos tiramos al mar y volcamos el barco. Pero el rato anterior a la definitiva decisión fue dura para nosotros al tener que esperar la decisión. Intentas relajarte, no soy una persona que se pone nerviosa, pero sí que notaba que esta vez no me tranquilizaba e intenté hablar con los compañeros españoles de otros barcos para matar el tiempo. Buscamos unas risas para relajarnos. Luego llegaron las medallas y nuestra primera cerveza con más de 18 años de celebración… Estuvo bien… No todas las noches te vas a dormir como campeón del mundo…»

A Wizner se le vio muy feliz en el podio de Vilamoura. No sólo habían ganado el Mundial a los kiwis que eran los grandes favoritos, sino que lo habían hecho con una remontada espectacular. En el momento de escuchar el himno español en el podio fue el momento de recordar. «Buff, pues pensé en todas las personas que han aportado su grano de arena en el proyecto, padres, entrenadores y en la gente de Bambú Producciones que es nuestro patrocinador. También en ese momento piensas en el esfuerzo que has tenido que hacer todos estos años y te das cuenta de que es un gran alivio porque piensas que vas en el buen camino».

Un buen camino que en los próximos días va a cambiar para Wizner y Ameneiro ya que van a separar sus carreras deportivas. «Me paso con otro tripulante a la clase 49er y a partir de ahora me queda un trabajo muy duro y entrenar para alcanzar un buen nivel. El proceso cuando cambias a una clase olímpica es muy lento y hay que saber aguantar la frustración de que yendo al máximo te ganan todos. Tienes que estar calmado y trabajando duro para que llegue tu momento. Hasta ahora Wizner sonaba en la clase. En clase juveniles me respeta la gente de mi edad, pero cuando te enfrentas a campeones olímpicos y de Copa América la gente no te respeta tanto, eres otro más».

A partir de ahora el calendario de Wizner se estira. Su referencia serán los Juegos de París en 2024. «Sí, ese es mi principal objetivo y está bastante cercano en el tiempo, aunque parezca que no. Para llegar a 2024 creo que el plan es bueno porque el próximo año todos entrenan para los Juegos en esa clase y nosotros usaremos el año para entrenar y conocer el barco y mi nuevo compañero. Cuando acaben los Juegos ya será cuando empieza el ciclo de la Olimpiada y es cuándo podremos comenzar a competir con otros barcos. No tengo claro con quién voy a navegar, tenemos varias personas con las que estamos valorando cuál puede ser mi mejor pareja. Hay que ver con mis entrenadores quien es el compañero ideal. Yo iré a la caña, eso es claro».

La vida de Wizner está enfocada a la vela y a los estudios. Este año se ha proclamado campeón del mundo y además ha superado la prueba de selectividad. Su vida nos es como la de la mayoría de los chavales de 18 años, lo suyo está mucho más relacionado con el mar que con la fiesta. «La verdad es que no sé muy bien lo que me he podido perder porque no puedes salir todos los fines de semana de fiesta y no sabes muy bien lo que es eso. Pero al final haces lo que te gusta y si estoy dos semanas sin navegar lo echo mucho de menos. Al vivir siempre en modo entrenamiento y poco tiempo libre no sabes lo que te estas perdiendo. Estas todo el día pensando en regatas, aunque este año me ha dado tiempo para aprobar el acceso a la Universidad».

Y para Martín uno de los secretos de su éxito ha sido su padre. Le ha dado el método y el compromiso para estar donde ahora mismo está: «Él es el que ha marcado la diferencia entre nosotros y los demás en nuestra generación. Sabe cómo preparar una campaña hacia un objetivo y él no nos hablaba de cómo navegar en el agua sino de lo que debíamos hacer fuera del mar y nos pedía que fuéramos muy ordenados, metódicos y tener siempre unas rutinas para llegar a los objetivos. El siempre está ahí analizando en el agua, aunque se mete lo menos posible. Sabe muchísimo. En la clase 420 no ha navegado nunca y de las técnicas de 420 no me la ha enseñado, sino que deja que sean los entrenadores los que nos guíen».

El legado de su tío Martín

Martín Wizner nació en 2001. Dos años antes fallecía su tío en un entrenamiento del Copa América español. Su padre Laureano no dudó en llamar a su primogénito como su hermano Martín. Lo que no se esperaba «Laure» es que su hijo iba a ser un regatista tan bueno como lo fue su hermano y que pasearía el nombre de su tío por el mundo.

Laureano está inmensamente contento: «Evidentemente el nombre se lo pusimos como homenaje a su tío. Nos apetecía mantener el recuerdo de Martín y no lo dudamos». Ahora, el que fuera uno de los regatistas del equipo español de Copa América en 2007, que llegó a las semifinales de la competición, disfruta de la trayectoria de la carrera deportiva que está empezando su hijo: «Para nosotros es una inmensa alegría lo que está haciendo Martín ahora. Que lleve el nombre de su tío y que esté haciendo lo que a él más le gustaba es para mi un orgullo».

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