La decisión del Gobierno crea un problema político a May, con Boris Johnson en contra
Zanjando un viejísimo debate que se puso por primera vez sobre el tapete político en 1968, el Gobierno británico recomendó ayer ampliar la capacidad aeroportuaria de Londres construyendo una tercera pista en Heathrow, el mayor aeropuerto del país y de Europa. Costará el equivalente a 19.700 millones de euros y no estará operativa hasta 2025, en el mejor de los casos. Heathrow, situado al Oeste de la capital, tiene como gestor y primer accionista a la compañía española Ferrovial, con un 25% del capital.
La otra opción que se barajaba era construir una segunda pista en Gatwick, segundo mayor aeropuerto británico, situado al Sur de Londres. La elección de Heathrow ha sido celebrada por la patronal y los sindicatos. El Gobierno calcula que la ampliación generará 68.2000 millones más para la economía del país y 77.000 empleos en cinco años. El aeropuerto operaba al 98% de su capacidad. Si no se acometían obras, Londres podía quedarse rezagado en la carrera de los mayores «hub» –bases aeroportuarias- del planeta.
Pero la elección de Heathrow supondrá un quebradero político para Theresa May. Sabedora de las diversas sensibilidades que existen en su partido, ha dado libertad a los suyos para posicionarse a favor o en contra en el largo debate que ahora aguarda, de al menos cuatro años hasta la aprobación final por el Parlamento. Boris Johnson, hoy ministro de exteriores, era un furibundo opositor a Heathrow en su etapa de alcalde de Londres, por motivos medioambientales. En su día llegó a decir que se tumbaría en la calzada para evitar el paso de las excavadoras. Ayer, más comedido, se limitó a indicar que cree que al final la obra no se llevará a cabo. También está en contra la ministra de Educación, que calificó la elección de «profundamente decepcionante».
El que fuera el pasado mayo candidato fallido a la alcaldía de la capital por los tories, el millonario ecologista Zac Goldsmith, presentó ayer su dimisión como diputado y calificó la decisión de «catastrófica».
El actual alcalde de Londres, el laborista Sadiq Khan, también está en contra, por el problema de la contaminación, y anunció medidas legales. Aunque lo cierto es que más daño a la salud hacen los 20.000 autobuses del transporte público, auténticas bombas de C02, y no se toma ninguna medida.
El camino para sacar adelante la obra de Heathrow será tortuoso. Cuatro ayuntamientos de la zona, gobernados por conservadores, emprenderán pleitos y también lo hará Gatwick, que alega que su opción era más rápida y más barata.
Willie Walsh, el primer ejecutivo de IAG, el consorcio que une a Iberia y British Airways, valoró positivamente la decisión, recordó que Heathrow era uno de los aeropuertos más caros del mundo, por lo que urgía darle más capacidad.
Con la ampliación, Heathrow podrá ofrecer vuelos directos a 40 ciudades extranjeras más, con nuevos destinos como Osaka o Quito. Además ampliará su oferta doméstica, porque a día de hoy solo enlaza con ocho destinos británicos. Según algunos cálculos, cada mes que pasa sin que Londres aumente su capacidad aérea, el país pierde 1.200 millones de libras.
La ampliación obligará a derribar 800 casas y según sus detractores, si hoy hay 480.000 afectados por la huella de polución del aeropuerto, con la tercera pista serán 740.000. El tema es muy sensible para el Partido Conservador, porque en su aproximación a Heathrow los aviones pasan por circunscripciones electorales de público pudiente, votante en su mayoría de los tories. Los vecinos acomodados no quieren más ruido y polución y los escaños conservadores podrían peligrar si se lleva adelante la obra. Por lo de pronto, la dimisión de Zac Goldsmith ya obligará a celebrar elecciones anticipadas para elegir a su sustituto como diputado por Richmond Park, un pueblo bien del Suroeste de Londres.
Heathrow pasa por ser el segundo aeropuerto de negocios del mundo, tras verse adelantado por Dubái, para consternación de los ingleses. Es también el cuarto en volumen de pasajeros, tras Atlanta, Pekín y Dubái. Pero Heathrow se ha quedado chico. Está colapsado, no puede ganar viajeros y los políticos y las grandes empresas británicas viven la situación con enorme preocupación. Si a mitad de siglo Londres no sigue ofreciendo uno de los mayores «hubs» del planeta (una base aeroportuaria capaz de captar a los pasajeros locales y a otros que enlazan en escalas a todo el mundo), la economía británica correrá con un palo en las ruedas.
Heathrow contrató en su día anuncios a página completa con apelaciones patrióticas defendiendo su tercera pista: «Si queremos que la economía británica crezca necesitamos que crezca Heathrow». Según sus cálculos, la tercera pista generaría 120.000 empleos. «En 2050 –recuerdan– cerca de la mitad del PIB global vendrá de los mercados emergentes, Asia y Suramerica. Gran Bretaña necesita desesperadamente acceder a esos mercados y solo con un gran aeropuerto puede conseguirlo».