Grupos a favor de las drogas y abertzales disfrutan ya de sus espacios en las fiestas
Las casetas situadas en la plaza de Nelson Mandela, en el barrio de Lavapiés, permenecen abiertas desde las 19 horas de ayer. Tal y como desveló ABC, algunas de esas casetas están en manos de colectivos okupas, abertzales, de extrema izquierda y a favor de la legalización de la droga. Entidades como la PAH de Centro (vinculada al 15-M) o la Asociación Madrileña de Estudios para el Cannabis (MEC) forman parte de la comisión organizadora de estos festejos del distrito de Centro. El Ayuntamiento permitió a la Plataforma por las Fiestas Populares de Lavapiés ceder los espacios a sus componentes.
En los stands se sirven bebidas y bocadillos con opción vegana. Y los beneficios de las ventas se destinarán al «sostenimiento de la actividad política de los colectivos», tal y como consta en la página de Facebook «Fiestas populares de Lavapiés».
En concreto, las celebraciones cuentan con la participación de, al menos, dos casas okupa: Potemkin, conocida por organizar charlas invitando a dirigentes del entorno de ETA como Joseba Permach- y 3 Peces 3. Existe otra instalada en un enorme edificio en la propia plaza de Nelson Mandela. Esta última ha optado por hacer una celebración paralela bajo el lema «Fiestas antirrepresivas por la autogestión». Entre las actividades programadas para el día de ayer, se incluía una guerra de agua en la propia plaza. Algunos vecinos de la zona se unieron a la batalla con pistolas de juguete, pero sin conocimiento del colectivo que estaba detrás de la iniciativa. «No tenemos idea de quién lo organiza, tan solo venimos aquí para que el niño se divierta», comentaban unos padres.
Los vecinos del barrio se quejan cada día por el ruido, la suciedad y las peleas
El barrio celebra en estos días sus fiestas, las más castizas de Madrid. En realidad, son tres seguidas: San Cayetano, San Lorenzo y La Paloma, que recorren el Rastro, continúan en Lavapiés y recalan luego a La Latina. Mientras hosteleros y comerciantes aplauden el arranque de estas celebraciones -que les permiten engordar sus cajas-, a los vecinos del barrio les pasan factura. Un año más, el ruido y la suciedad protagonizan las quejas. La ventana de María Jesús da a un patio interior y apenas escucha «murmullos». Pero otros residentes de su bloque no corren la misma suerte: les resulta imposible dormir. Al griterío se suman las peleas: «Hay casi todos los días y, en estas fechas, aún más».
Pero el descontento de María Jesús se centra especialmente en la mugre de las calles. «Aquí la gente tira al suelo de todo: colillas, servilletas, latas, botellas… Esto mañana amanece hecho un cuadro», afirma contundente, y se compadece de los barrenderos que, cada amanecer, se dan «unas palizas tremendas».
Falta de civismo
En su opinión, el Consistorio de Manuela Carmena debería contratar a más personal de limpieza. Pero el problema de fondo, dice, también es la «falta de civismo» de quienes residen en Lavapiés: «Habría que concienciar».
Según Mercedes, de la calle de Toledo, el barrio se llena de gente en estos días y pasear por la zona es, en sus palabras, «más agobiante que nunca». Decenas de personas con mapa y cámara en mano lo confirman: las fiestas de Lavapiés se han convertido en un atractivo turístico. Más allá de extranjeros, no son pocos los madrileños de otros distritos que se dejan caer por el barrio para disfrutar de la verbena.
«Ellos vienen una noche y se divierten, pero somos los de aquí quienes soportamos el griterío y estos niveles de basura», sentencia Antonio, cuya casa está en la calle del Mesón de Paredes, en pleno epicentro del jolgorio. Los taxistas que merodean por la zona le dan la razón: «Cuando finaliza la jornada, los servicios de limpiezan pegan un manguerazo a las calles. Pero la porquería no tarda en volver a aperecer».