No tenemos genes «terminator» que nos hagan envejecer, asegura María Blasco, directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas
Para María Blasco, directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas, divulgar lo que se está investigando en envejecimiento es importante. Por eso ha escrito, en colaboración con la periodista Mónica Salomone, «Morir Joven, a los 140» (Paidós).
«El envejecimiento es un campo de mucho interés para la sociedad, pero hay mucho ruido por parte de gente que te quiere vencer cualquier cosa para no envejecer. Y libros como esté son importantes para evitarlo. Hay mucho mercadeo de productos «antiaging» que son una tomadura de pelo. El objetivo de este libro es explicar los procesos moleculares del envejecimiento celular y molecular, que no son las arrugas, sino lo que lleva a las enfermedades no infecciosas asociadas a la edad, como el cáncer o los trastornos cardiovasculares, entre otras».
¿-El límite de nuestra vida está en los 120 años?
Sin hacer nada para retrasarlo, si. La persona más longeva de la especie humana es Jean Calment (1875-1997), una supercentenaria francesa confirmada como la más longeva de la historia, que llegó a 122 años y medio. Por su constitución genética y sus hábitos de vida alcanzó una longevidad extrema. En este libro hablamos de la investigación encaminada a retrasar el envejecimiento natural. En ratones hemos conseguido que vivan un 40% más. Si lo pudiéramos aplicar a humanos, calculamos que podríamos llegar a los 140 años. Sin embargo, no se puede traducir de forma directa lo que ocurre en ratones a nuestra especie. Porque el envejecimiento en los roedores es cien veces más rápido que en humanos, porque están cien veces menos protegidos que nosotros. Un ratón vive de media un año, puede llegar a dos y muy pocos a tres. Los humanos vivimos de media 80 años, pero podemos llegar a 120.
¿-El envejecimiento es un programa genético?
No hay programas genéticos para envejecer. Lo que tenemos son programas genéticos para mantenernos jóvenes. Cuando estos programas dejan de funcionar, se produce una acumulación de daño y envejecimiento. Estudiar estos procesos nos ayuda a entender por qué se producen las enfermedades y ofrecer nuevas herramientas terapéuticas para su prevención y el tratamiento.
¿-Sin envejecimiento, habría enfermedades?
Yo creo que no. Habría enfermedades infecciosas, siempre puede aparecer un nuevo germen letal y matarnos. También en la infancia hay cánceres infantiles no asociados al envejecimiento. Pero si nos quedáramos parados en los 20-30 años, la frecuencia de enfermedades sería mucho más baja. En esta franja la causa más frecuente de muerte son los accidentes.
¿-Ve posible detener el envejecimiento o es ciencia ficción?
Ahora mismo es ciencia ficción, pero conceptualmente es posible. Porque estamos empezando a aprender cómo funciona el proceso de envejecimiento celular y estamos consiguiendo alterarlo para evitar las enfermedades asociadas a él. El Nobel de Física Richard Feynman pensaba, de forma premonitoria, que el envejecimiento debería ser un problema que se puede resolver porque no hay ninguna ley natural que lo favorezca. La evolución no ha generado «genes terminator» que nos maten. Ha generado un programa que nos mantiene jóvenes. Pero ese programa que decae con la edad, probablemente porque es más eficiente tener hijos y pasarles los genes. Si no envejeciéramos posiblemente nos reproduciríamos menos.
De hecho hay animales muy longevos…
Distintas especies han elegido distintas estrategias, eso también es importante. Tenemos una visión muy antropocéntrica, pero la naturaleza es muy variada. Hay animales, como la hidra, que básicamente es inmortal y no envejece. O las ballenas que viven 250 años. Nosotros somos menos eficientes a la hora de mantener el programa de juventud.
¿-El envejecimiento tiene que ver con el tamaño?
Creo que no. Si comparamos murciélagos y ratones, que son muy similares en tamaño, el murciélago puede llegar a los 20 años y el ratón vive dos. Seguramente, porque el murciélago, al volar, tiene menos depredadores y ha conseguido reproducirse a edades más tardías. Y eso hace que el programa de juventud se mantenga más tiempo porque interesa como estrategia evolutiva.
¿-Entonces depende de los peligros a que estamos sometidos?
Que un ratón viva como máximo tres años y nosotros 120 tiene que ver con el tiempo que sobrevivimos en la naturaleza, evitando depredadores, superando infecciones o consiguiendo comida. Y en ese sentido no somos la especie más exitosa, las ballenas nos ganan. Pero en la naturaleza un ratón vive seis meses. Y está «diseñado» para tener unos genes útiles en esos 6 meses. Nosotros hemos superado lo natural y envejecemos, pero en la naturaleza no existe el envejecimiento. Esto nos lo dijo Arsuaga en una de las conversaciones que tuvimos con él cuando preparábamos el e libro. Y es verdad, los animales están en plena forma o han muerto de una infección o cazados por otros. Si los humanos fuéramos capaces de vivir jóvenes y saludables, también moriríamos accidentalmente, y no por cáncer o alzhéimer.
¿-Parar el envejecimiento incluiría parar las enfermedades neurodegenerativas?
Sí. Las enfermedades se producen porque envejecemos y el programa de juventud deja de protegernos de la acumulación de daño como el acortamiento de los telómeros, la parte final de los cromosomas. Este decaimiento puede producir cáncer pero también enfermedades neurodegenerativas, como Alzheimer o Parkinson, o infartos si lo que decae es la capacidad del corazón para contraerse adecuadamente.
Hasta ahora veíamos los genes como una sentencia, ¿-ha cambiado esa visión con la epigenética, que tiene en cuenta la influencia del ambiente?
Más que de genes me gusta hablar de procesos moleculares. La acumulación de daño puede ser por los genes o por los factores ambientales. ¿-Qué pesa más, el ambiente o que nuestros genes dejen de protegernos? Hasta los 70 años parece que tiene más peso el ambiente donde vivimos que los genes. Pero cuando sobrepasas esa edad y te aproximas a centenario, los genes son determinantes.
¿-Hasta qué punto esos factores ambientales se traducen en marcas en los genes?
Regulan la expresión de los genes o causan daños directos, como el hecho de fumar, porque acelera el envejecimiento molecular y los telómeros se acortan.
¿-Y el estrés influye?
La influencia del estrés es muy interesante. Elizabeth Blackburn, que descubrió la telomerasa, relacionaba el acortamiento de los telómeros con el estrés. Es una investigadora muy seria, que recibió un Nobel en 2009 por sus investigaciones. Colaboró con Elissa Epel para ver cómo influía el estrés en la longitud de los telómeros en mujeres que cuidaban a familiares. Y vio que eran más cortos porque la telomerasa, encargada de repararlos, no los mantenía bien. Cuando Blackburn y Epel presentaron esto en un congreso por primera vez fue bastante provocativo para la comunidad científica. Pero después ha habido muchos trabajos sobre ello y tiene mucho sentido. El estrés no es solo psicológico, también tiene efectos físicos: acorta telómeros y produce inflamación, que se asocia al envejecimiento.
¿-Hay antídotos contra ese efecto del estrés?
Sí, hay trabajos serios de Elizabeth Blackburn que indican que practicas como la meditación o el ejercicio sirven para alargar los telómeros. Antídotos farmacéuticos todavía no hay y aun queda tiempo para que los haya. Pero sí hay cosas que todos podemos hacer para retrasar el envejecimiento molecular. Y ahí es muy importante la educación y la transmisión de calidad a la sociedad de estos temas para que puedan tomar decisiones que mejoren su salud.