Culturas

«Ellas mismas», lo que pintan las mujeres

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Detalle de «Autorretrato en su estudio», de Francis Benjamin Johnston (1896)
LIBROS

«Ellas mismas» es el título del ensayo en el que Ángeles Caso recupera y recorre la trayectoria de ochenta mujeres artistas, de la Prehistoria a las vanguardias, olvidadas por la Historia

Sorprende que una escritora como Ángeles Caso (Gijón, 1959), de la que se sabe a dato cierto que las ventas le han sido fieles -ganadora, incluso, del premio entre los premios «best seller», el Planeta-, acabe «practicando» el «crowdfunding» (micromecenazgo en la red) para sacar adelante este ensayo -histórico y visual- en el que reúne una selección de ochenta artistas más o menos olvidadas por el discurso (oficial) del arte. Ella toma esta decisión -cuenta- tras el portazo de las editoriales al uso que, dado lo que van a leer a continuación, parece que demuestran a veces muy poco ojo, un cierto estrabismo, despiste o llámenlo como quieran, a la hora de pescar en el mar revuelto de las ideas publicables e impublicables.

Digo que sorprende porque el libro se ha editado, al final, gracias a la aportación de 1.600 «donantes» -personas e instituciones-, lo que hace que sea uno de los más apoyados en la corta vida de esta adaptación internauta del «búscate la vida». Luego, siguiendo el método deductivo, al menos a 1.600 potenciales lectores les ha interesado este libro. Si lo hubiera publicado una editorial al uso, 1.600 ejemplares se hubieran vendido. Y 1.600 ejemplares no es moco de pavo, tal y como anda el mercado. &iquest-Cuánto/as escritores/as soñarían con alcanzar esta cuota de ventas? Se sorprenderían de los nombres de muy alta alcurnia literaria, antaño de éxito fulgurante y millonario, que matarían por esta cifra y sus correspondientes ingresos.

Fosa del tópico

Me pregunto si les echaría para atrás el asunto en cuestión: reivindicar el nombre y la obra de estas ochenta artistas cuyas vidas y obras dan para ochenta novelas con ochenta apasionantes capítulos. Abro paréntesis: aquí hay material para los mejores y los peores remendadores de biografías de calado histórico que ahora tanto se llevan. Cierro paréntesis y retomo el hilo del discurso. Craso error, el de las editoriales al uso, si el motivo del rechazo fue pensar que las mujeres (olvidadas) no venden, porque cada vez son mayores los proyectos, ciclos y runrunes varios que buscan sacar a las damas de la cultura (añadan ustedes de la actividad que sea) del saco del olvido y la fosa común del tópico.

Pongamos un solo ejemplo: te dejas caer por la presentación de una novela de una escritora que escribe sobre otra escritora y salta la liebre de por qué esta mujer, que fue guapa, además de brillante en su quehacer intelectual, acabó fea y desmejorada con el paso del tiempo y de la mala vida. Si hubiera sido un hombre el susodicho, nadie hubiera aportado ese dato de si fue hermoso y acabó hecho un adefesio- todo se hubiera resumido en su valía profesional, y punto. (Pido disculpas por la simplificación del discurso, pero es nada más que una pincelada). Claro, pero es que la Historia la han narrado y la narran, aún hoy, los hombres. Sin exageraciones ni aspavientos queda dicho.

El objetivo no concluye en sacar nombres de artistas arrinconadas, sino que estas tienen que haber practicado el noble arte del autorretrato

De aquí parte Ángeles Caso. «Ellos publicaron los primeros manuales y organizaron la mayor parte de los grandes museos públicos», apunta. Del Prado madrileño a la National Gallery londinense, prosigue. Ellos mismos se lo guisaron y se lo comieron. Pero a este talante reivindicativo por parte de Ángeles Caso se añade otro dato que hace que verdaderamente este ensayo resulte original. El objetivo de su análisis no concluye en sacar nombres de artistas arrinconadas, sino que estas artistas, además, tienen que haber practicado el noble arte del autorretrato. De ahí que le haya puesto el título de «Ellas mismas» al ensayo. No crean que se trata de una somera tontería o un dato anodino, caprichoso. En absoluto. Una reivindación de género en toda regla que sigue la estela de aquellas creadoras que ya en el siglo XX, bien avanzado, toman su cuerpo como lienzo en el que «pintar» toda clase de eslóganes, proclamas y manifiestos. Las que ahora llamamos abuelas de la «performance» -Marina Abramovic, Valie Export…- tuvieron antes otras abuelas que bien pudieran ser estas señoras que, pincel y cámara en mano, recupera Ángeles Caso.

Descarado onanismo

Hay una razón de peso para entender por qué este requisito del autorretrato. Bien simple: no se trata de ver y reinterpretar a las mujeres tal y como lo hacían los artistas (hombres) en las distintas épocas -es decir, como modelos que ellos llevan al lienzo, a veces, en un ejercicio de descarado onanismo e ínfulas de crear un canon de belleza solo para sus ojos-, sino de saber cómo se reconocían ellas mismas, sin intermediarios. Al cabo, como ya apuntaba, idénticas reivindicaciones que las de las ya citadas abuelas de la «performance» y otras tantas creadoras contemporáneas.

Los siglos pasan y parece que nada cambia, pero sí que cambia, y es una pena que el recorrido histórico de este ensayo no pueda seguir hasta nuestros días e incluya nombres como el de Louise Bourgeois, quien tuvo que esperar casi toda una vida para entrar en el MoMA, o el de Carmen Herrera, que ha tenido que llegar a los cien años para arrasar en el mercado del arte e inaugurar una exposición en el Whitney de Nueva York. Casos conocidos- imaginen los desconocidos y en el desván. Conste que este no es un reproche al libro de Ángeles Caso. En algún momento tuvo que poner el punto final. Todo son virtudes: desde la agradable lectura, a la documentación, la selección de obras y la excelente puesta en página. Un ensayo que también se puede recorrer como una exposición.

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