La completísima exposición dedicada a Ai Weiwei en el florentino Palazzo Strozzi hace un gran repaso a la carrera de este artista que siempre se ha puesto a sí mismo en primer término de su obra, buscando los focos al estilo de Warhol
La exposición de Ai Weiwei en el Palazzo Strozzi de Florencia constituye una clara prueba de que este artista ha hecho de su persona el principal objeto de su obra. Si en el mundo de las letras se habla de la literatura del yo para referirse a la obra de escritores como Philip Roth, en el caso de Ai Weiwei nos encontraríamos ante el arte del yo.
Y es que esta exposición (que inunda varios espacios de la ciudad) es más completa que la gran retrospectiva que le dedicó el año pasado la Royal Academy of Arts de Londres, pues arranca en los años ochenta y se sumerge en la génesis de la obra de este artista que comenzó su andadura como tal en Nueva York en 1981, ciudad en la que permaneció hasta 1993. En una foto en la que Ai Weiwei aparece como retratista callejero podemos comprobar que sus inicios fueron duros pero fue ahí donde conoció la obra de los dos artistas que han sido su principal fuente de inspiración: Marcel Duchamp y Andy Warhol. Y es que en esta interesante sección de esta muestra comisariada por Arturo Galansino encontramos una fotografía de Ai Weiwei en la que posa frente a un autorretrato de Warhol imitando la pose del artista norteamericano, quien también hizo de su persona una de sus principales obras de arte.
Colección de «selfies»
Esta parte más «intima» finaliza con una serie de «selfies» (el más claro ejemplo de la reafirmación del yo en la sociedad actual) en la que aparece otra de las principales características de la obra de Ai Weiwei: el contraste. Y es que podemos ver «selfies» tanto con gente del mundo del arte como el director de Art Basel o los artistas Anish Kapoor, Sean Scully o Liliane Tomasko como con soldados palestinos o refugiados de distintos países. Pero quizás el mejor ejemplo de ese contraste sea ver su «selfie» con un refugiado sirio justo al lado del de Bernard Arnault, coleccionista de arte y presidente de Louis Vuitton.
Un contraste que lleva incluso a la fachada renacentista del Palazzo Strozzi donde ha colgado 18 lanchas salvavidas de las utilizadas por la autoridades italianas para rescatar a los refugiados sirios que llegan a sus costas. Esta obra ha suscitado un gran debate en la ciudad, tanto por el hecho de llevar el arte contemporáneo a uno de los más emblemáticos edificos renacentistas como por la temática elegida para ello. Algo que sin duda buscan tanto el artista como el comisario y director del Palazzo Strozzi, Arturo Galansino, quien defiende la función educadora de los museos. Una función que también puede apreciarse en el resto de obras que contiene esta exposición como son la gran serpiente hecha con mochilas de los niños que murieron en el terremoto de Sichuan, sus conocidas vasijas pintadas de la Dinastía Han, sus taburetes ensamblados, sus cámaras de vigilancia de mármol o los retratos de personajes del Renacimiento que fueron perseguidos por sus ideas realizados con piezas de Lego. Provocación en estado puro.