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В«La vida negociableВ»: Luis Landero, risa y sonrisa

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Luis Landero, autor de В«La vida negociableВ» – Ignacio Gil
LIBROS

Con «La vida negociable» vuelve el mejor Landero. Amable, socarrón, picaresco. Pura felicidad

Luis Landero (Alburquerque, 1948) regresa a la ficción pura tras la excelente narración autobiográfica «El balcón en invierno», y lo hace con ese estilo característico suyo que redescubrimos lleno de felicidad. Su prosa se desliza amable, socarrona, por la vida de un antihéroe, Hugo Bayo, que tiene las trazas de tantos personajes suyos salidos de la tradición picaresca. Hugo es un desastre para los oficios, un gandul al que la relación con sus padres deja un poso de clarividencia.

En esta novela persisten dos rasgos típicos de la literatura del mejor Landero: la relación con el padre (en este caso, padre y madre) y el disfraz que la autofantasía impone a sus criaturas. La primera parte, que es la mejor, arranca de un motivo poderoso: la fuerza de los secretos y el poder que su dominio proporciona. Hugo, siendo todavía un niño, se tuerce porque saca fortaleza de la inmoralidad y engaños supuestos en sus padres, de los cuales se aprovecha y con cuyas debilidades aprende a negociar. El argumento es, por tanto, el de toda novela de aprendizaje, que no evita ese cinismo moral que la picaresca arrastra desde su raíz.

Salidos de una farsa

El cervantismo de Landero, que es muy hondo, se vuelve a mostrar en esta especie de novela ejemplar que habría sido más brillante si no hubiese alargado su segunda parte- sobre todo, si hubiese evitado el carácter repetitivo de los tumbos que dan Hugo y su novia, Leo.

El cervantismo de Landero se vuelve a mostrar en esta especie de novela ejemplar

Aunque es un libro de protagonista, se mueve Landero entre personajes memorables, en un mundo de supervivencias y trapicheos en el que todos parecen salidos de una farsa. Lo que daba la impresión de que iba a ser drama se transforma en comedia, que es el género que presta el tono de la narración. Hugo tiene difícil encontrar a algún modelo vital que no sea tramposo. Quizá el único habría sido su amigo homosexual, Marco, de quien Hugo se ha aprovechado con vergüenza final.

Las trampas dominan en los mayores. La madre de Leo es una vidente que inventa destinos. El magnífico personaje del padre de Hugo, un gordo perdidamente enamorado de su mujer, repite admoniciones, sentencias bíblicas y consejos llenos de una sabiduría ancestral que no oculta el cinismo– es administrador de fincas urbanas, posee la condición vital de quien lleva una doble moral y enseña a Hugo la supervivencia del siseo. Y la madre, Clara, cree Hugo que tiene un amante secreto, y esa creencia es la que pervierte su destino.

Filosofía mundana

Hay episodios que parecen salidos de una novela de Cervantes, como las espléndidas cincuenta páginas centrales, cuando Hugo se ha apuntado al servicio militar y se hace aprendiz de peluquero. Las escenas que rodean al personaje de la mujer del coronel, y el modo como se da la seducción y relación erótica, son antológicas por la gracia con que están contados los escarceos. Del mismo modo, trasluce otra condición muy de Landero, que es el desarrollo de la filosofía mundana de la que sus personajes se han dotado. El maestro peluquero, el brigada Ferrer, es personaje lleno de sabiduría de calle.

Comparte Luis Landero con Eduardo Mendoza ser de los pocos narradores españoles que traen a sus libros esos mundos populares medio subterráneos de gentes a las que la necesidad hace torcer el destino en un arte de la supervivencia. Al final descubrimos que no merece la pena intentar dictarle a la vida sentidos que solo el azar conoce. Reirán muchas veces y sonreirán siempre con esta novela.

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