Culturas

Todas las imágenes del mundo caben en una Leica

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В«Reportaje para NinoВ» (1958), de F. C. Gundlach
ARTE

¿Se puede leer la Historia de la disciplina fotográfica a través de un modelo de cámara? Eso es lo que propone la Fundación Telefónica en «Cien años de fotografía Leica». La marca que comenzó a desdibujar la frontera entre profesional y aficionado

Densa, prolífica, zigzagueante exposición que, a partir de casi 400 piezas, ofrece al espectador un amplio panorama en perspectiva de la evolución de la fotografía en el último siglo, tomando como punto de fuga uno de los acontecimientos determinantes que han marcado su Historia: la aparición en 1914 de la mítica cámara Leica. Frente a otros modelos de fotografía de gran aparataje, lentitud y costo, o volcados al retoque y la postproducción, el nacimiento a mediados de la década de los diez de esa cámara portátil, ligera, y tan pequeña que cabía en el bolsillo del abrigo, manejable con una sola mano, supuso un auténtico cambio de paradigma que permitiría pensar para la modernidad nuevas imágenes, pero, sobre todo, hacerlo de otra manera.

El óptico aficionado

Oskar Barnack (1879-1936), ingeniero en la empresa alemana Leitz, especializada en la fabricación de microscopios, fue su autor. Fotógrafo aficionado, parece que llegó a ella intentando resolver los inconvenientes prácticos que sufría ante la pesadez del equipo de su cámara de placas. El resultado fue brillante: la «cámara Lilliput», como la bautizó, apenas pesaba 400 gramos. Pero es que además era compacta, versátil y, lo que tendría una importancia decisiva, económica de fabricar. De hecho, ya en los años veinte se producían decenas de miles de unidades bajo el nombre que la consagró (las primeras sílabas de Leitz Camera)- se desarrollaban sucesivas versiones mejoradas, y, con rapidez inaudita, se implantó como el medio definitivo para democratizar la producción de imágenes. La línea que separaba al profesional del aficionado se empezaba a desdibujar.

Este primer tramo histórico de la exposición casi funciona como una muestra aparte. Los aspectos técnicos, las piezas históricas de óptica y mecánica, los materiales documentales del autor y de la empresa, son el marco para una de las grandes sorpresas de esta muestra: la de Barnack como fotógrafo, que se revela en los ejemplos conservados de sus tanteos con la nueva máquina. En ellos aparecen ya apuntados todos los recursos que la Leica iba a proporcionar a la estética, la política, la ideología&hellip-

A partir de aquí, la cita se articula en otros siete apartados, cuya ordenación delata dos serias debilidades: en primer lugar, una mirada comisarial en exceso volcada al ámbito germánico, que hace hincapié en sus nombres y contexto históricos, incluso con tramos cuya importancia en el panorama general sería discutible, como el de la foto de ruinas o el de los servicios de propaganda nazis. Y, en segundo, un exceso de concesiones hacia ciertos ámbitos más vistosos y asequibles al gran público, como ocurre cuando se destaca la incidencia de la nueva cámara y de su lenguaje en el ámbito de la moda, al que se dedica todo un capítulo, pero se pasa por alto cómo el lenguaje documental y científico, tanto de las ciencias sociales como de las naturales, también se vieron impulsados en sus prácticas de campo. En sentido contrario, resulta un tanto inexplicable que la foto deportiva, nacida prácticamente al hilo de la nueva técnica, apenas cuente con dos o tres ejemplos históricos y no se organice de forma temática.

El resto de la exposición compone un trayecto apasionante que lleva desde las corrientes estilísticas de las primeras décadas de siglo (Nueva Visión, Nueva Objetividad, Fotografía Humanista), al desarrollo del fotoperiodismo en sus diferentes etapas en estos cien años. También la «traumática» aparición del color, con su exceso de verosimilitud y las dificultades que encontró para consolidarse, tienen su espacio específico, antecediendo a la gran recta final -de nuevo casi otra muestra independiente dentro del conjunto-, dedicada a la fotografía de autor.

En cualquier momento

Pero más allá de los grandes nombres e iconos que salpimientan el recorrido (la foto del Che, el miliciano muerto, el beso en Times Square, el salto en la estación de St. Lazare…), el gran protagonista es el cambio de paradigma visual que se impuso con la fotografía democrática e instantánea. Porque, en efecto, la Leica permitió al objetivo fotográfico estar preparado en cualquier momento: seguir a un atleta o a un balón- asomarse a la ventana de un zepelín o un avión- tirar una secuencia de imágenes en una revolución o una catástrofe- inclinarse sobre el hombro de alguien para ver en qué se ocupa- contar las vacaciones de las clases medias- girar en redondo en pocos segundos y mirar justo al otro lado, o salir corriendo con la cámara en mano&hellip- La dinámica social, visual y política del siglo se confirma con ella.

Y de los atisbos que nos enseñaron a entender Baudelaire, Benjamin, Simel o Kracauer en el arranque de la modernidad, la exposición lleva hasta el presente, donde queda perfectamente claro, aunque no se explicite, el camino seguido para llegar al permanente «contacto» con las imágenes del mundo que en la actualidad tenemos a través de nuestro móvil.

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