Internacional

El escándalo del guardaespaldas enfanga al «emperador» Macron

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Fotografía de archivo muestra al presidente francés, Emmanuel Macron, junto a su guardaespaldas Alexandre Benalla – EFE

El caso Benalla, el guardaespaldas del presidente que golpeó a varios manifestantes, reactiva a una oposición desdibujada desde las pasadas elecciones

«Aquí todo va bastante bien, pero la canícula llega al galope, y no existe ningún remedio contra su peligrosa influencia», escribió Napoleón en sus memorias de batallas sobre los efectos de las altas temperaturas. Desde su muerte, el imaginario francés busca a otro joven y virtuoso líder con el que recuperar la «grandeur» del pasado. En uno de los agostos más calurosos de los últimos años, la «canicule», palabra de moda al norte de los Pirineos, protagoniza las portadas francesas y, como aventuraba el magistral estratega, ha abonado la principal crisis del «emperador» Macron, que parapetado tras su primer ministro Édouard Philippe se ha enfrentado esta semana a dos mociones de censura -fracasadas- de la aún desorientada y disgregada oposición.

A las ocho de la tarde del 1 de mayo, Día del Trabajador, en los aledaños de la Place de la Contrescarpe, un hombre atacó a dos personas, quedando registrado en la cámara de varios manifestantes. Pese a la difusión inmediata del vídeo en las redes sociales, el escándalo no saltó a los medios hasta que el 18 de julio el vespertino «Le Monde» lo identificó como Alexandre Benalla, uno de los escoltas de confianza del presidente, dando inicio a la peor crisis del líder francés desde que llegó al poder en mayo de 2017. En pleno idilio colectivo por el Mundial, Macron falló con estrépito: la transparencia y moralidad prometida en campaña se esfumaba con cada golpe de su protegido a los manifestantes. Pese al brazalete policial, casco policial y «walkie talkie» policial, Alexandre Benalla no era policía, se trataba de un intruso que parecía estar abusando de la confianza de su preceptor del Elíseo.

Mucho más que un escolta

«Benalla, un simple policía de reserva hasta hace cinco años, quería mostrar que había triunfado en la vida, y forjó una imagen de superhombre que habla al oído del presidente», explica el periodista especializado en asuntos policiales Marc Ezrati. Según relata, Benalla se mostraba tan seguro de su influencia en el Elíseo que le ofrecía a los agentes de la zona que visitaran la sala de entrenamiento de los oficiales de policía de élite responsables de la protección del presidente. «Incluso se había autoproclamado jefe de la seguridad del presidente. Benalla ha comprometido en varias ocasiones la seguridad de Macron», agrega Ezrati.

Veinteañero de ascendencia árabe y procedente de una barriada de la localidad de Evreux, 100 kilómetros al oeste de París, Emmanuel y Brigitte Macron ficharon a Benalla -un cuerpo extraño en la élite- para custodiarles en lo más íntimo y acompañar al presidente en sus apariciones públicas. Dos meses después del 1 de mayo, Benalla aún aparecía en actos como la entrada en el Panteón de la intelectual Simone Veil y en los festejos mundialistas.

«Macron ha tomado la palabra demasiado tarde- ha esperado demasiado tiempo, aunque ha hecho bien en decir “yo soy el único responsable de esto”», sostiene la experta en comunicación Mathilde Aubinaud. La respuesta del presidente no llegó hasta seis días después del estallido del escándalo: «Alexandre Benalla nunca ganó 10.000 euros. Alexandre Benalla nunca supo los códigos nucleares. Alexandre Benalla nunca ha sido mi amante», ironizó públicamente Macron, que justificó su fichaje diciendo que el joven -que el 1 de mayo acudió a la operación policial como «observador»- era «alguien que tenía una trayectoria diferente».

En plena oleada de rumores y nuevos detalles del caso, se sucedieron las contradicciones de su equipo: el portavoz del Elíseo, Bruno Roger-Petit, dijo que el escolta había sido suspendido en mayo de empleo y sueldo durante 15 días, una vez que conocieron los hechos, aunque en realidad la presidencia finalmente no le restó ni un euro.

Anomalías y delitos

«Hay algún delito y varias anomalías: por ejemplo, no se ha seguido el articulo 40 del Código Penal, por el que al conocer la comisión de un delito la institución debe comunicarlo al fiscal. Además, varios altos mandos han mentido», afirma a ABC el presidente de la asociación anticorrupción Anticor, Jean-Christophe Picard, que denuncia una voluntad de opacidad del Ejecutivo. «Es muy sorprendente: los colaboradores del presidente deben aparecer en el boletín oficial del Estado, y Benalla no figuraba en el decreto de la composición del gabinete del presidente. Y no han remitido ninguna declaración de patrimonio ni de intereses».

La omisión de esta declaración constituye «un delito que incurre en tres años de prisión y multa de 45.000 euros», según Picard. Anticor ha solicitado a la Alta Autoridad para la Transparencia de la Vida Pública que reclame al secretario general del Elíseo, Alexis Kohler, «la lista exhaustiva» de los oficiales asignados al gabinete presidencial. Además, tres policías han sido suspendidos por presuntamente haber extraído imágenes de las cámaras de videovigilancia que muestran las escenas de violencia del 1 de mayo desde otro ángulo, para enviarlas a Benalla, y en las que «puede verse a los jóvenes (a los que ataca Benalla) lanzando proyectiles a los cuerpos de seguridad», dijo el propio escolta. Al guardaespaldas más famoso de Francia, acusado de múltiples faltas como violencia, interferencia en el ejercicio de un servicio civil y portar insignias reglamentadas, le acompañaba su compinche Vincent Crase, antiguo gendarme en reserva, ahora investigado por interferencia en el desempeño de un servicio público y tenencia ilícita de una pistola Glock 17.

Marte, al lado de Júpiter

Finalmente despedido el 20 de julio, la cercanía con los Macron llegó hasta el seudónimo que empleaba Benalla en su perfil de Tinder, una aplicación de citas: se hacía llamar «Marte, el planeta que precede a Júpiter (el apodo de Macron) en el sistema solar», informó el pasado viernes «Closer», la revista del corazón que más torpedeó la privacidad del expresidente Hollande. «Cuando preguntamos al gabinete del presidente nos dijeron que contrataron a Benalla por haber participado en la campaña. Normalmente en la función pública se debe reclutar a alguien acorde a sus competencias, según la Declaración de los Derechos del Hombre, y no por la fidelidad a un partido político», continúa el presidente de Anticor.

El caso Benalla ha paralizado los debates sobre la reforma constitucional prevista por el Gobierno y ha dejado políticamente tocado al ministro del Interior, Gérard Collomb, que según la prensa francesa desconocía hasta el nombre y las funciones asignadas a Benalla. En una gira mediática, Alexandre Benalla aseguró que su salario como “encargado de misión” en el Elíseo era de 6.000 euros netos por mes, mientras que el portavoz del gobierno Benjamin Griveaux la había rebajado a los 5.000 euros netos en una comparecencia anterior. Además, periódicos como L’Express han informado de que al guardaespaldas se le asignó un alojamiento de 200 metros cuadrados cuando Benalla ha dicho que este apartamento no pasa de los 80.

«Macron ha reaccionado con una actitud mixta de emperador y de hombre de la calle», comenta el analista de la cadena francesa CNews Harold Hyman. A su juicio, el caso Benalla va a destruir el aura, construido por el propio Macron y su estratega de comunicación, de presidente omnipotente e infalible.

El secretario de Estado de Comercio con Nicolas Sarkozy Frédéric Lefebvre, hoy próximo a Macron desde su plataforma Agir, cree que el hiperactivo expresidente habría reaccionado muy diferente al actual. «El presidente Sarkozy habría ido a hablar rápidamente a un plató de televisión. Es un hombre que ha reaccionado a veces brutalmente contra la gente, como aquel episodio en el salón de la agricultura («¡Pírate, pobre gilipollas!», insultó Sarkozy a uno de los presentes). No he visto esa reacción en Macron, que se ha tomado su tiempo para reunir todos los elementos, creo que debía estar bastante cabreado, y pese a los ataques escandalosos, especialmente por el hecho de que su consejero podía ser su amante, ha reaccionado en directo ante su mayoría como un hombre de la calle con humor».

En su primer año, subraya Aubinaud, Macron ha podido llevar a cabo reformas audaces sin apenas oposición: «Ha sido el primer caso importante en el que se ha enfrentado a una oposición que no tenía antes». En campaña electoral, el hoy diputado «macronista» Sacha Houlié decía a ABC que «tenían un gran proyecto para moralizar la política». Precisamente, es lo que más le recriminan sus contrarios: «No se puede luchar contra la corrupción sin que dé ejemplo el presidente», critica Anticor.

El caso Benalla ha desenmascarado la gestión del poder del presidente y su entorno más cercano. Aunque apacigüe la canícula mediática con el inicio de las vacaciones de los políticos, el periodo de gracia de Macron se ha terminado. Se acabó la inocencia.

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