Culturas

Cuarenta años de Nieves (Fernández)

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Nieves Fernández (en el centro), con sus hijas Nerea (izquierda) e Idoia (derecha) – J. R. LADRA

Hace cuatro décadas Nieves Fernández ponía en marcha Yerba, germen de la actual NF Galería, que ya pilotan sus hijas Idoia y Nerea. Memoria viva de la Historia del arte español del siglo XX

Nieves Fernández es vasca. Eso se nota en la calidez de su corazón mientras sentencia con sus afirmaciones. Por eso sus tres hijas tienen nombres bien vascos: Idoia, Nerea, Edurne… Pero el amor la llevó a Murcia, y en Murcia convirtió una pasión en forma de vida. Así nacía Yerba, una década después y ya en Madrid, galería Nieves Fernández- firma que es Historia viva del arte contemporáneo español, porque en buena medida le tocó rescatar a sus padres (Chillida, Tàpies, Luis Fernández…). Su llama sigue viva en sus herederas. ¿Cuánto y cómo han y hemos cambiado?

Y todo comenzó con Yerba…

Nieves Férnandez: Siendo sincera, nunca pensé en abrir una galería. Pero tuve la inmensa fortuna de conocer a artistas como Tàpies, Chillida, Equipo Crónica… Es entonces cuando decidí hacerlo, abandonando lo que había estudiado. Eran «los tiempos difíciles». Pusimos una librería, editábamos, hacíamos conferencias y, cuando llega la democracia, todo eso se transforma en una galería-galería.

Posiblemente en esos años, su labor como galerista era más de recuperación de nombres que de promoción de artistas.

N. F.: Yo no descubrí artistas. En absoluto. A nosotros nos tocó recuperar nombres a los que silenció la dictadura. Los más jóvenes de los míos eran Alexanco, Albacete, Teixidor, Equipo Crónica… Yo no aplico nunca el concepto «descubrir» para los artistas. Quizás para una obra…

La galería terminó trasladándose a Madrid diez años después, cuando aprovecha para cambiar de nombre. Pero, ¿por qué se apostó en los inicios por la periferia?

N. F.: Yo soy vasca, pero vivía en Murcia porque me había casado con un murciano, el padre de estas niñas. Luego me divorcié y eso propició el traslado a Madrid. Y una idea que nunca he comprado es que lo hiciera porque mis artistas vivieran aquí. Los míos eran casi todos catalanes, mallorquines, valencianos… Me instalé en Madrid, donde no se hacían tantas cosas con los autores con los que me relacionaba.

Nerea Fernández: Y también empezabas con Telefónica

N. F.: Es cierto: Me encargaron asesorar su Colección y las exposiciones de Paco Fernández Ordóñez [ministro con la UCD y el PSOE], entonces presidente del Banco Exterior. Él me dijo: «Quiero que hagas exposiciones en el banco. Que suba o baje el dólar no es noticia. Pero si hacemos grandes muestras, eso saldrá en todas partes».

Esa frase es demoledora. Mucho ha cambiado el cuento.

Idoia Fernández: Es buen síntoma del cambio de los tiempos. En España, entonces, ese fue de los pocos momentos históricos, junto a la República, en los que la cultura se entendió como motor de cambio. Eso se ha perdido hoy totalmente.

Ha reconocido que lo de Telefónica fue un proyecto en el que lo que se buscó también fue recuperar patrimonio.

N. F.: Es que entonces no había ningún juan gris en España. Los tàpies también salían por su acuerdo con Maeght-París. Los chillidas… Y nadie sabía que Luis Fernández existía. A mí, de hecho, melo descubrieron los Equipo Crónica. Me dediqué a cuatro artistas, a recopilar sus obras para que el que se acercara a ese conjunto final los conociera ampliamente.

Lo que está claro es que ha cambiado el modelo de galería en 40 años.

Nr. F.: Eso y el arte. Nosotras pasábamos aquí las tardes y te encontrabas a un político como Txiki Benegas, a un cantante, a un artista… La gente se mezclaba. Eso ahora es impensable. Y toda la generación de nuestra madre sintió que tenía que apoyar al país y formar parte de lo que sucedía culturalmente. Nuestra generación no tiene esa pulsión. Y no es cuestión de dinero, sino de compromiso. Hay arte muy asequible. ¿Qué está pasando con esos jóvenes que además han vivido en casas con colecciones?

I. F.: Hagamos un poco de autocrítica. Yo no sé si ha influido que nos hemos profesionalizado, que el mercado ha crecido y ha comenzado a copar portadas de prensa por cifras, lo que da una imagen de dinero, de producto de lujo, de elitismo, que para nada yo vi de pequeña. Y no es algo pretendido. Cualquiera que vaya a una galería hoy lo sabe.

Nieves, usted representa un perfil especial de galerista, que es además comisaria, asesora de colecciones, coleccionista…

N. F.: Ahora me considero sobre todo coleccionista. La dirección de la galería está en buenas manos en ellas. Aunque creo que siempre lo he sido. Porque siempre he pensado que una galería tiene que tener fondos.

¿Cómo revirtieron todos esos perfiles en la galería?

I. F.: En la colección. Esta galería tiene mucho fondo porque detrás había una persona a la que le gustaba comprar. Y lo hemos notado en la vida que hemos llevado: nuestras grandes o pequeñas inversiones han revertido en eso.

Nr. F.: Entonces, la inversión de las galerías era mucho menor. Ahora tenemos un problema inmobiliario. Cuando tienes que ir a diez ferias anuales es como si pagaras el alquiler de un segundo local en otro sitio todo el año. La producción ha aumentado, los descuentos, los transportes… Los márgenes se han reducido de manera atroz.

N. F.: Y los artistas viven peor. Yo nunca los he visto pasarlo tan mal como ahora.

¿Y es inevitable que una galería termine siendo un negocio familiar?

Nr. F.: En España las galerías no tienen formato de empresa, de forma que no se pueden traspasar, no puedes hacer un accionariado de ellas… Si no actúas así, te ves abocado al cierre, como Soledad Lorenzo. Esto es vocacional. No lo sigues por continuar un negocio familiar.

Dice: «Las he dejado a ellas». ¿Se puede abdicar de ser galerista?

N. F.: Yo espero morirme colgando un cuadro.

I. F.: Es imposible. Dejas de mirar cuentas y papeles. Pero el resto lo sigues al dedillo.

¿Qué queda del espíritu de Yerba hoy en NF Galería?

Nr. F.: Una pulsión peleona. No tenemos una línea pero sí que muchos de los artistas con los que hemos trabajado cuentan con una actitud muy crítica, de acción política. Por otro lado, queremos que la galería siga siendo un centro en el que pasan cosas. Y tener una relación estrecha con artistas y coleccionistas. Eso lo vivimos en Yerba.

I. F.: Compartimos también el deseo de ser parte de nuestro tiempo. De ahí el cambio de artistas, que no es estrategia, sino la necesidad de atender a tu momento. Eso no significa que reniegues de Tàpies.

¿Se mira para atrás con nostalgia o con orgullo?

N. F.: Con orgullo. Siento hacerme mayor. Y no tener más dinero para coleccionar más.

Se lo pregunté a Elvira González y se lo pregunto a usted: ¿Se ha planteado lo de unas memorias?

N. F.: Lo cierto es que no.

Nr. F.: Y hay anécdotas que merecen ser contadas, como cuando Equipo Crónica en Valencia estaba controlado por la policía, o ese fax de Miles Davis, que quería conocer a Tàpies…

N. F.: Participé en la Bienal de Venecia en la que expulsaron a España por antidemocrático, e Italia le prestó el pabellón… Todos estábamos allí sin pasaporte. Tuve la suerte de conocer a mucha gente… ¡Chillida! ¡Qué obsesivo era con sus cosas!

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